La ignorancia genera confianza con mas frecuencia que el conocimiento. Son los que saben poco o nada, y no los mas sabios, quienes afirman tajantemente que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia. Pero si afirman que los solucionaran la superstición.
¿De que va esto?
¿Que de que va esto?. Pues... Decía don Alberto — Einstein, por supuesto— que; “Mi vida es una cosa sencilla que podría no interesar a nadie. Es un hecho probado que nací, y eso es todo lo que es necesario saber”.
Yo soy mucho menos interesante que él, y además tengo el muy grave defecto de no callarme ni debajo del agua.
Así tengo de enemigos y un puñado de amigos.
Por eso esta y otras páginas van a ir de mis obsesiones personales; la fotografía, los Macintosh, mi gata, la ciencia ficción en la literatura, la libertad de opinión y expresión…
Y cada una de ellas tendrá su sitio, bien organizadito y a veces con afán de lucro, ¡que soy pobre!¡que puñetas!
¿Le interesara a alguien? bueno, eso deberá decidirlo en cada caso el observador.
LosAtrabiliariospuntoORG? será el lugar donde opinare sobre lo divino y lo humano, y sobre todo tocare los adjuntos a tanta mente bien pensante que por el pellejo bovino campa a su aire.
Puedo irritarle o puedo agradarle, pero por favor, no me pida que me calle si no pienso como usted.
Advertido queda.
Aviso a netvegantes (?).
Odio, odio, odio a Piter Pan… digo… odio la censura.
Puedo cambiar de canal, pasar la pagina o apagar la radio, pero nunca le negaría la oportunidad de expresarse libremente ni al más repugnante impresentable… bueno, a Ansar le deseo una buena laringitis.
En esta página nunca censuro a nadie, jamas… en todo caso… puedo contestar y aténganse a las consecuencias el opinante, por algo esta es mi casa.
Si alguien escribe un comentario y no lo ve publicado solo puede obedecer a dos motivos:
Uno, fallo técnico, informático o de sistema.
Y dos, no se me ocurre ningún otro motivo posible por mi parte.
Así que se diera que no se publica un comentario, en este casos agradeceré que se me notifique por las cuentas de correo para subsanar el fallo.
Gracias… o no, oiga.
viernes, 13 de noviembre de 2009
De tres en tres…
Hay un mito urbano que dice que los famosos se mueren de tres en tres.
En cosa de dos días han muerto López Vazquez, Ayala y Levi–Straus.
Bueno, bueno, bueno…
No es más que eso, un mito, porque es evidente que se puede demostrar matemáticamente que no existe una pauta en las muertes, son aleatorias y fundamentalmente injustas, claro.
Las pautas son simplemente es un conocido mecanismo sicológico de asociación.
La mente humana necesita organizarlo todo, clasificarlo todo, buscar sistemas para esquematizar el mundo que nos rodea. Para ello no siempre las pautas que vemos son reales porque se basan en percepciones subjetivas y falibles.
La realidad es que cuando oímos que se produce la muerte de un famoso nunca pensamos en esta regla de tres, salvo que en un periodo muy corto de tiempo se produzcan más muertes y podamos organizarlas en grupos.
Entonces recordamos el mito y decimos eso de “valla, va a ser verdad que se mueren de tres en tres”.
No a mucho murió el negro blanco y nadie recordó el mito del tres, aunque hubo más muertes sonadas en esos días. Pero claro, los grupo de asociación se realizan por afinidad y claro Miguelito era único, no se le “agrupó” con nadie más.
Lo que busca la mente es clases asimilables, por eso nos llaman la atención los muertos iguales.
No hace mucho — este ha sido un muy mal año para mí — murieron con pocas semanas de diferencia, varios familiares muy allegados.
¿Una prueba más de la regla de tres?
No, en absoluto.
Fui consciente de esas muertes porque fueron muy importantes para mí y fueron golpe sobre golpe en las mismas heridas.
En lo que va de año mi familia se ha reducido considerablemente, he perdido a varios familiares, a mi mujer, y una amiga muy querida.
Ya he dicho que ha sido un año terrible.
Pero esos familiares que murieron casi simultáneamente eran personas de muy avanzada edad, la persona más joven tenia ochenta y cuatro años.
No es una casualidad que en una familia con personas que rondan los ochenta años, cuando uno muere, puedan sucederles otros, bien por la impresión, bien porque es simple ley de vida.
En el resto de los casos hubo graves enfermedades de por medio, así que, en realidad las estadísticas y la ley de probabilidades demuestran que estas cosas simplemente pasan y no hay más que hablar.
De hecho, en un año se me ha muerto media familia, desde mi mujer a mi madre, así que no es coherente con el mito, solo con la vida.
Pero eso no alivia la mente.
Necesitamos encontrar explicaciones a las cosas que nos ocurren, es el principal hálito de la especie humana.
Responsable al mismo tiempo de la estupidez de la superstición y de la genialidad el descubrimiento científico.
Por desgracia es más fácil inventar que descubrir, por eso es más popular la hoja parroquial que Nature.
Se pueden hacer dos cosas; aceptar que las personas mueren o andar buscando mitos para explicarlo y así encontrar consuelo.
Yo me limito a recordar a mi seres queridos que, por un capricho de la ley de probabilidades, han muerto casi a la vez.
Lo demás es puramente anegdótico.
Jorge Díaz
Tocomocho telefónico
A nadie descubro nada si digo que entre los mayores estafadores legales que con el neocapitalismo memocrático soportamos las personas están las operadoras timofónicas.
Al lado de los bancos que aplican todo tipo de costes de poca o ninguna legalidad pero que los poderes públicos dejan su persecución en manos de las víctimas, no tomando nunca acciones de oficio contra estas prácticas, que suponen una gran parte de sus beneficios.
Que, por cierto, este año de terrible crisis en el que han estrangulado a miles de pequeñas empresas y familias para combatir la morosidad, que han recibido decenas de miles de millones para facilitar el crédito, que no han concedido, han ganado más de doce mil millones de euros entre los cinco mayores bancos y cajas.
Pobrecitos, un veinte por ciento menos que en el dos mil ocho, criaturitas.
Pues en esa misma línea de incluir la estafa como medio normal de obtención beneficios, con la complicidad de los gobernantes, están las timofónicas.
El lunes nueve, en cumplimiento de una ley que obliga a identificar los usuarios de los teléfonos de prepago, han cortado la línea a entre tres y cuatro millones de teléfonos.
En un país en el que hay alrededor de cincuenta millones de móviles, más que personas, casi un diez por ciento de números anulados no es ninguna tontería.
Quizás por ello han prorrogado en seis meses el plazo de legalización, durante los cuales, los usuarios de estos teléfonos al descolgar oirán una grabación que les advierte que si no se identifican solo podrán usar el teléfono para emergencia en las que se llame al uno uno dos.
Pero… vamos a ver. Dos cosas; ¿de que va esta ley y porque hay tantos teléfonos anónimos?
Bueno, lo que dice el legislador es que los teléfonos móviles anónimos son usados por los delincuentes para sus delitos y que, además, los terroristas del once de marzo… no, por una vez no me refiero al terrorismo que desplegó el gobierno de Ansar. Me refiero a los que matan a mano y artesanalmente y no por delegación. Esos terroristas usaron móviles para detonar las bombas.
Según las operadoras, los teléfonos legalizados hasta ahora son más del setenta por ciento de los existentes, lo que significa que había unos diez millones de teléfonos anónimos.
¿Tantos delincuentes y asesinos hay en este país…? bueno… si contamos a mafiosos del ladrillo, prevaricadores urbanísticos consistoriales y demás políticos… No, creo que aún así son muchos teléfonos.
No, no va por ahí el asunto.
Además que el obligar a identificarse para adquirir un teléfono móvil es una solemne tontería.
Es como lo de pedir tus datos para acceder a las redes de acceso público como las bibliotecas, ¿alguien es tan ingenuo como para inscribirse con datos reales?
Yo, sin ir más lejos, tenía desde que abandone timofónica — timado, claro — hace unos seis o siete años, un teléfono anónimo, por dos razones; una que estaba hasta los cojones de la publicidad no deseada y los interminables acosos timofónicos de televenta que sufría. Con un número anónimo sin dirección ni nombre solo tenía que aguantar los esemeses, ya que las llamadas al no figurar en listados comerciales, no eran de ínteres demográficos.
Por otro lado, con contrato estaba hasta las narices de un mal servicio y de las constantes coacciones para que pagara pese a las quejas.
A más de la estafa de “si aguanta un mes más le regalamos un móvil nuevo… el mes que viene”, para que luego se hubiera acabado esa promoción. Ya.
El otro motivo es económico, solo pago por lo que uso y si el servicio no me interesa me cambio y listo… bueno… cambiarse es difícil, pero al no haber contrato o datos personales es muy difícil que las compañías puedan acosarte.
Ya saben, eso de “ante su actitud le pondremos en una lista de morosos/incumplimiento de contrato/ etc”.
A ellos nunca les ponen en listas de mal servicio y las denuncia en consumo les importa un carajo.
El caso es que por esos mismos motivos, mi teléfono sigue siendo anónimo… Sí, es anónimo, pero no me han cortado la línea.
En casi todas las tiendas donde venden teléfonos puedes conseguir una línea sin dar datos, no creo que tardemos mucho en oír noticias del tipo “descubierta una trama que vendía móviles con datos falsificados, descubierto a raíz de comprobar que existían doce mil terminales con los mismos datos”.
Pero no hace falta ir a un comercio de dudosa apariencia para conseguir un móvil anónimo, basta con ir a un gran almacén o similar y decir que te has olvidado el denei.
Así lo hice yo.
El autentico ínteres en legalizar móviles prepago está en que las compañías quieren tenernos fichados por los mismos motivos por los que yo pase a la clandestinidad.
Es pueril pensar que porque se asocien unos datos a un móvil prepago, si se usa en algún acto delictivos, como por ejemplo una recalificación de terrenos o prebendas nepóticas, se va a poder localizar al delincuente — en estos casos todo el mundo los conoce, aunque nadie pueda imputar —.
Si uno es un delincuente y no es idiota, sabe como y donde conseguir un móvil anónimo igual que sabe conseguir un arma, explosivos o documentación falsa.
El problemas es que se han encontrado con que la campaña de terrorismo informativo para concienciar a la población y que proporcionaran sus datos les produce unas perdidas enormes que no compensan con el aumento de beneficios por el uso de datos y su tráfico.
Cuatro millones de líneas son muchos millones.
Teniendo en cuenta que las recargas suelen durar entre noventa y ciento ochenta días y que si no usas el teléfono en unos ocho meses — según operador — ellos ya dan de baja la línea, entonces es de suponer que esos cuatro millones hacen recargas y uso más o menos habitual, lo que implica quizás cien o doscientos millones de euros al año, tirando por bajo.
Así que los operadores ya han pedido la primera prorroga y es de prever que a poco tardar veamos una campaña institucional o de pago para convencer a esos cuatro millones para que den sus datos.
La cual tendrá más o menos el mismo éxito que la campaña para interesarnos en el denei electrónico.
Pero, esas personas… dejando a un lado los otros usuarios que han falseado sus datos — me imagino, ya que yo no soy un caso aislado por lo que se —, ¿quienes son y porque no pasan por caja?
Bueno, hay muchos ancianos a los que les han dado un teléfono sus familiares y que en muchos casos no son ellos los que recargan los teléfonos.
Probablemente, aunque se lo expliquen cien veces no entenderán esto de tener que dar sus datos.
Por otro lado están los que se ocupan de sus cosas y no prestan atención a estas chorradas.
Probablemente, en los próximos días habrá muuuuchas reclamaciones y broncas en los concesionarios porque les han cortado el teléfono sin avisar.
En ambos casos, junto con los despistados, habrá unos cuantos identificados en este plazo ampliado.
Otros se limitaran a no enterarse y tirar el teléfono que no funciona o, como yo, tirar de auto defensa y picaresca para evadirnos del ojo del gran hermano.
En todo caso, no me extrañaría nada que en los próximos meses viéramos más de un donde dije digo, ahora digo Diego para evitar tener que perder varios millones de líneas.
Aunque… también es cierto que a las timofónicas les interesa reciclar líneas para otros usuarios de mayor consumo, pero por ahí no hay nada que hacer porque , al igual que la nefasta tedete, el pastel es limitado y no hay más de donde sacar y probablemente prefieran tener una línea activa y anónima por diez euros al mes, que tener la línea disponible y vacía.
Hay mucha gente que simplemente estamos hasta los santos cojones de indefensión, de luchar contra molinos y que no exista manera de librarnos del abuso continuo de estos y otros monopolios, ante la pasividad cómplice de la administración que solo actúa de oficio contra los ciudadanos individuales y humildes.
Solo contra los pobres que carecemos de medios para entablar, no ya acciones legales, sino las más eficientes acciones corruptas.
Así que por cada movimiento de los gobiernos para favorecer a los fuertes y ricos, llámense timofónicas, bancos, eléctricas, esgaes o cualquier otro timador legal, habrá miles de movimientos de picaresca de supervivencia en forma de teléfonos anónimos, piratear música, cine o programas, puentear contadores o comprar genero de supermercado robado.
Para nosotros los pobres, la crisis no significa ganar solo doce mil millones, significa comer todos los días y dormir bajo techo, así que si la picaresca es delito, ya sabe donde estoy señor juez.
Jorge Díaz
lunes, 9 de noviembre de 2009
Firmas de correo celebres.
¿Alguna vez imaginaste que pasarías la mayor parte de tu vida interactuando con una maquina inanimada?
Penas, penitas penas.
Siento una profunda repulsión hacía la profesión judicial. Creo que hay que tener una profunda tara de personalidad, de humanidad, para defender a auténticos canallas que se sabe con toda seguridad que son culpables, tender redes de trampas legales para encubrir o simplemente realizar todo tipo de delitos o injusticias en beneficio de aquellos que los pagan. Para aplicar las leyes según caprichosas interpretaciones de un texto.
Y ahí está el asunto; una interpretación de la letra impresa.
Una interpretación que puede, y generalmente así lo es, ser mediatizada por las opiniones, fobias o intereses del que lee la ley.
“Los hombres morales no necesitan leyes para saber como deben actuar, los canallas no necesitan leyes porque no las seguirán”, entonces, ¿quien necesita leyes?
Ahí está el asunto.
Las leyes son solo para iniciados, son artificios premeditadamente complejos, ininteligibles para todo aquel no iniciado, están tejidos para que la trampa sea posible, pero solo para que la use un experto, un iniciado.
Que sentido tiene, pongamos por caso, que se condene a un reo a ciento ochenta años de prisión si luego se puede salir a la calle en un par de años.
¿No sería más sensato que hubiera penas reales y fueran cumplidas íntegramente?
No.
Porque se violaría el derecho a la reinserción.
Pero todos sabemos que tal reinserción es solo un concepto teórico que en la práctica solo sirve para hacer sitio en un saturado sistema penitenciario, todos sabemos que el estigma de expresidiario se arrastra de por vida y que es muy difícil, y muchas veces imposible, que aquel que lo lleva se reinserte en la sociedad, independientemente de sus intenciones.
Y lo que es más cierto, mientras exista la arbitrariedad en la aplicación de la ley será injusto que se cumplan las penas íntegras porque puede haber personas que se pudran en la cárcel por robar una gallina y por estafar mil millones salgan a la calle al día siguiente.
Pero en realidad, esa es la situación actual, las penas son arbitrarias y el sistema injusto.
¿Alguien es capaz de creer que los supuestos asesino de la famosa Marta pueden ser juzgados de forma ecuánime por un jurado popular en este país?
Que son unos canallas que cuando menos se lo han sabido montar muy bien para entorpecer el proceso de la investigación, es algo que cualquiera sabe en este país, pero ¿alguien apostaría su vida a que son culpables?
Jamas se sabrá la verdad, oculta entre tanta mentira, así como jamás encontraran los despojos de esa cría, salvo por pura casualidad y más valdría que la gente lo asumiera antes de llegar a hastiar con su constante exigencia de que los busquen, que lo único que pueden lograr es que acabemos por pensar que han encontrado una forma de vida a costa del cadáver.
Nadie puede estar seguro, del quién y como.
¿Entonces? ¿Como puede haber un proceso judicial justo y una condena adecuada?
No puede existir.
Pero habrá un señor que leerá la ley y dictara un veredicto en función de su interpretación de esta.
¿Con que autoridad moral? ¿como podrá estar seguro de que su decisión no está influenciada por años de bombardeo mediático y social, por desgarradoras manifestaciones de la familia, por arriesgadas opiniones de enteradillo?, yo no podría estarlo.
Un ejemplo, quizás extremo, pero uno de tantos.
Como se puede condenar a más de un siglo a un violador, dejarlo en libertad a los pocos años porque es justo y legal, para que luego cometa ocho o diez violaciones más.
Temo el día que reciba una citación para ser jurado, que puede ocurrir, porque no creo que yo sea capaz de juzgar a nadie. Nunca creería las pruebas porque se lo falibles que son, lo sujetas a interpretación que están. Nunca creería a los testigos porque se que la percepción es subjetiva y sujeta a error.
Y nunca confiaría en mi decisión porque me se incapaz de juzgar sin prejuicios a alguien que amo o a alguien que odio.
Más sencillo, no me siento capaz de ser justo y después del ejemplo de los profesionales, menos aún. Si ellos que conocen la Ley y se entrenan para aplicarla sensatamente hacen lo que hacen, ¿como podría hacerlo mejor yo?
Me gustaría que un abogado en ejercicio, un fiscal o un juez me explicara como son capaces de hacerlo ellos… pero probablemente también les prejuzgaría y no les creería.
Por eso juzgo que un millón de abogados en el fondo del mar con un peso en los pies es un buen principio.
Pero claro, ya me parece escuchar sus palabras; ¿preferirías una sociedad sin ley?
Pues… no lo se, no soy tan prepotente como para estar convencido que puedo crear leyes que hagan mejor la sociedad. Pero lo que si se es que una sociedad sin leyes no puede ser peor que una sociedad con leyes pero sin justicia.
Jorge Díaz