Una de las cosas buenas de escribir lo que uno piensa en una página de la red es que se puede viajar en el tiempo para poder decir eso de “ya os lo advertí”… al menos con conocimiento de causa.
Llevo mucho diciendo que esto de la tedete es la crónica de un desastre anunciado por una razón más que sencilla: No hay suficiente tarta para tanta gente.
La tarta de la publicidad, de la audiencia, del mercado, de la cantidad de gente dispuesta a pagar por ver un partido de furbol o una película refrita, o dispuesta a dejarse una pasta en esemeeses en concursos teletimo es limitada, muy limitada.
Si los comensales estuvieran dispuestos a repartirse lo que hay y comer menos cada uno, pues bueno, vale.
Pero es que no es así.
Padecen una forma mórbida y enfermiza de la parábola de la lechera. Insisten en que la audiencia es ilimitada, que la publicidad es infinita y que el dinero que se puede sacar del negocio es innumerable.
Pero no es así.
Hagamos algo de historia, aunque será repetirme porque ya lo he mencionado, pero bueno, viene a cuento.
Hace unos años, en virtud de ese extraño concepto que tienen de “crear competencia”, que al parece consiste en que el pez grande se coma al pequeño, cree su propio monopolio de facto y a partir de ahí, haga lo que le salga de los paralelos del sur a los sufridos consumidores.
Se concedió una segunda licencia de televisión digital por satélite, en este país.
Fue la época de oro de la televisión de pago, la competencia entre Vía y C+ fue beneficiosa para todos los televidentes que podían o querían pagar por ver películas, series, programas y deportes.
Pero la cosa no fue ni equilibrada ni justa, Vía salió al mercado cuando C+ llevaba ya muchos años y tenía una audiencia consolidada.
La teoría — equivocada — era que había mercado suficiente para dos canales de pago.
Vía se arruino, C+ lanzo una OPA hostil y se quedo con el negocio.
Dos cosas:
Uno, si de verdad hubiera habido ínteres en que existiera competencia, la licencia de Vía se debía haber dado a otro operador, puesto que al fusionarse los dos operadores, de facto, se creó una situación de monopolio.
Pero claro, los favores políticos se pagan y los servicios mediáticos se prestan a cambio de algo.
Al día de hoy no hay competencia en la televisión de pago con el consiguiente perjuicio para los consumidores porque la oferta de C+ se ha vuelto una mierda, o en todo caso, muchísimo peor que cuando había competencia.
Son los beneficios del monopolio, si me pagan por lo que les doy o se joden, pues les puedo dar lo que me de la gana, así piensan en Prisa, claro.
Y Dos, pese a que la situación no fue equitativa, lo que en realidad se demostró es que NO hay demanda para dos operadores de televisión de pago, o mejor dicho aún, no hay mercado para dos o más operadores de pago con tanta codicia.
Lo dicho se demuestra en que en los últimos años, C+ no solo no ha crecido sino que se ha mantenido a duras penas, perdiendo cuota en muchos casos.
La solidez del negocio se comprueba con las continuas campañas y ofertas especiales de los últimos años.
Bueno, y ahora viene el divertido ejemplo de información segada que hemos visto en los últimos días.
Que sería divertido si no fuera aplicado a TODO en todo momento, y a cualquier información sobre lo más sagrado… o delicado.
Prisa y los Aragón bois se han estado rondando en las últimas semanas a raíz de saberse que estaba al caer la legislación sobre tedete de pago.
Cosa, que por cierto, llevaban pidiendo a gritos los operadores para sacar todos los operadores del pau per viu.
Prisa sabe por experiencia que NO hay mercado para más televisiones de pago, que si hay más oferta solo puede estar bajo su control o significa repartir la tarta.
Pero NO han llegado a un acuerdo y no han podido fusionar el canal sesenta y cuatro o cuarenta y seis, como se quiera.
Así que en Cuatro se han subido por las paredes porque el gobierno ha concedido la anunciada licencia de tedete de pago, cosa que hace muchos meses que se lleva cociendo, de hecho, pueden leer lo que dije sobre ello hace meses, y lo han calificado de agresión a los consumidores, cesión de negocios a sus amigos, — y la cope que siempre dice que prisa es amiga de este partido, ¡cachis, no me entero yo, no! — etc.
Por otro lado, los de Aragón van y dicen que ha llegado la libertad de pago, la revolución a la tele y que es una acertada decisión del gobierno.
El resto, ni sí, ni no, porque no han entrado aun en ese ruedo. Más bien han barrido para su casa correspondiente con campañas de urgencia sobre sus concesiones de deportes, las mejores, claro. Pero sobre todo, miran un tanto perplejos la pelea entre los que hasta hace un mes estaban a partir un piñón.
¿Peleas de amantes? Bueno.
La cosa es que no hay tanta tarta para tanto goloso.
Los de Prisa ya tienen la experiencia de Vía, y saben bien que el número de gente dispuesta a pagar por ver eventos deportivos es limitada, que porque se multiplique la oferta no va a haber más mercado.
¿Que la sexta pone un canal solo deporte de pago?, bueno, los del plus llevan años con canales así y ya comprobaron que cobrarlos a parte no daba ni pa pipas y los metieron en paquetes de traga lo que te metamos.
Por decirlo de una forma sencilla; los cien mil espectadores que pagaban hasta ahora por ver deporte en C+, no se van a convertir en doscientos mil de la noche a la mañana, así que si la Sexta se lleva cincuenta mil espectadores, al C+ se le quedara en la mitad su audiencia y punto.
Si fueran sensatos, simplemente se centrarían en mejorar su oferta y mantener una cuota de mercado proporcional y razonable, pero ellos mismos llevan años poniéndose la soga al cuello, entrando al trapo de unas subastas de derechos deportivos absurdas, pagando una cantidad de dinero descabellada por los derechos de emisión. Cada vez más y más dinero. Para satisfacción de los equipos de furbol principalmente, que gracias a ello se han podido gastar obscenamente quinientos millones de euros en tocalpelotas.
Pero que a los operadores solo les ha sido posible pagar tales cantidades a costa de recortar gastos en programación, — solo hay que ver lo que se ha deteriorado en los últimos años el satélite —, meter mucha, pero mucha publicidad, que aun recuerdo cuando las películas del plus NO tenían intermedios con cientos de anuncios. Y mantener sus cuotas de pago.
Pero la publicidad se ha agotado, hay demasiados canales y además hace tiempo que los anunciantes están recortando sus gastos en televisión porque la audiencia raramente ve los anuncios, curiosamente, a más canales — salvo A3 que pone los anuncios simultáneamente — aumenta es el zapeo, y por tanto es menos eficiente la publicidad.
Y los anunciantes no son tontos, si las campañas son menos efectivas se paga menos por ellas y punto. En parte es por esto que se han multiplicado los teletiendas, los teletimos y los anuncios cutres.
La calidad de la programación no puede ser peor, — bueno, difícilmente peor — con repeticiones continuas y casposas de series más que agotadas de los ochenta y noventa, programas basura y tele timo disfrazado de concurso, que por cierto, esa fuente de financiación parece que también se va a agotando, la gente es idiota pero no tanto y tantos.
Y ahora, con al tedete de pago la única fuente estable de ingresos que tenía Prisa, se les va y van a tener que compartir la tarta.
¿Como no van a estar cabreados?
Pero donde están más que equivocados a la hora de estar tan contentos es en la Sexta.
Bueno, vale, van a comer un trozo de la tarta de Prisa que hasta ahora no probaba nada más que el Plus, pero cuando otro operadores también empiecen a querer cobrar… pues pasara como con la publicidad, que no habrá para todos.
Empiezan por el único producto que parece atractivo, y de hecho, es el deporte lo único que parece que tienen un público capaz de pagar por ello de forma continuada y abusiva.
Luego, lo que no tengan deporte — que en algún momento se cargaran al gallo de los huevos de oro — venderán cine, o los programas estrella. Pero… ¿cuanta gente hay dispuesta a pagar por ver el gran gilihermano, la isla de los babosos, el tomate o cualquier otro programa basura como estos?
Siguen insistiendo en que son como cristo, capaces de multiplicar los panes y los peces y que hay mercado para docenas de canales de pago, tedetes, televisión por el móvil y un largo etc.
Pero no es así.
Pasara poco tiempo antes de que intenten dar el siguiente paso, cuando se den cuenta de que no pueden sacar vino de una alcuza.
Si fueran sensatos vivirían con el trozo de tarta que les tocara y se acostumbrarían a que hay lo que hay y no se puede sacar de donde no hay más.
A que en todo caso, la única forma de comer más tarta es dar algo mejor que los demás.
Pero no, cuando la tedete no llegue a todo el país porque no es rentable cubrir ciertas zonas, — recordemos que ya hay amplias zonas en las que no va a haber apagón porque no hay forma de amortizar los gastos de implantación —, cuando la tarta de la tele de pago no solo no les llegue ni pa quicos, sino que mengüe porque aumente el número de gente que pasa de pagar por ver esa mierda.
Y encima sean más a repartir.
Y cuando la tendencia actual de la gente a preferir hacer otras cosas antes que ver la televisión crezca.
Que por cierto, es muy interesante que un experto dijera el otro día que los públicos objetivos de las televisiones hoy en día son los menores de quince y los mayores de sesenta y que por eso tiene éxito la reposición continua de Paco Martínez Soria.
Explica muchas cosas.
Cuando se junten todas estas cosas, la televisión será un muy mal negocio y entonces querrán dar el siguiente paso que no es otra cosa que poner un impuesto por tener televisión, no por verlas, sino por tenerla.
Un impuesto que seguramente se repartirán las operadoras a través de una entidad estorsionadora tipo esgae.
Bueno, también hubo una época en que todo el mundo publicaba periódicos y ahora quedan los que quedan, media docena de nacionales y una docena de locales, aparte de panfletillos de partido y otras hierbas, claro. No había tanta tarta tampoco.
Bueno, pues yo me alegrare mucho cuando llegue ese día. Haré cuentas y veré que me sale más rentable, pagar el impuesto o tirar la televisión por la ventana.
Como a la lechera, el cuento de la televisión va a acabar con el cántaro roto. Y todos sabemos quien acaba pagando siempre los destrozos en este país.
Y si no, al tiempo.
Jorge Díaz