
Estos días hay varias cosas que me han llamado la atención.
Podría hablar de ellas, por ejemplo de la mezquina y criminal pretensión de los patronos para sacar partido del paro y la crisis, aumentando sus prerrogativas, sus beneficios. Jodiendo a los trabajadores y poniendo al borde de la desaparición el sistema de pensiones que HEMOS PAGADO los trabajadores. En ese mal llamado dialogo social.
El porque la ceoe no es ilegalizada como la organización terrorista que es, es algo que… ¡bah!, estaba por decir que no lo entiendo, pero desgraciadamente solo un imbécil de baba sería incapaz de entender este porqué.
Es evidente.
Podría hablar de la criminalidad impune de los incendiarios, tanto dementes como a sueldo, pero también es de imbéciles no saber a que obedece esta temporada de incendios en parajes naturales, generalmente protegidos y generalmente cercanos a zonas de ínteres económico… para algunos.
Podría hablar de la desfachatez de los fascistas que al grito de “tu más” intentan por todos los medios convencernos de que la evidente corrupción de su partido estandarte, corrupción que es intrínseca a su forma de ver la sociedad, es solo una falaz mentira contra ellos, orquestada por los rojos. Justificándolo con su tradicional “porqué yo lo digo” como único argumento para que nos creamos su acrisolada honradez.
Sí, y veinticinco años de paz también.
También es de idiotas no darse cuenta de esto, bueno, de idiotas o de estómagos agradecidos o lo que es más mendaz y repugnante: De implicados en los chanchullos.
Pero estas y otras cosas me aburren profundamente, me aburre la estupidez humana que implica no ver la evidencia delante de los propios ojos.
Y como quiera que soy de la firme opinión que los pueblos, los hombre y mujeres, reciben lo que ellos mismos se buscan y muchísimo menos de lo que merecen recibir en la mayoría de los casos, por su propia estupidez, pues casi que prefiero hablar de otras cosas esta vez, cosas que para mi, son mucho más interesantes.
Por ejemplo. El pasado día diecinueve un enorme cuerpo astral impacto en Júpiter, dejando una cráter en su agitada atmósfera del tamaño de nuestro planeta. O mayor.
Hablar de un cráter es una pobrísima aproximación a la realidad joviana. La atmósfera joviana es una extremadamente densa capa de hidrógeno, metano, y otros gases, que si bien en su capas más altas es tenue, las capas visibles son casi más densas que el agua o que la tierra misma.
Y en sus capas internas es mucho más densa.
Así que el cráter es solo como el chapoteo que se forma en la superficie del agua al lanzar una piedra, pero al ser a una escala de tamaño y densidad muchísimo mayor, es posible ver ese chapoteo durante mucho más tiempo antes de que se cierre.
Pero lo que me llama la atención son varias cuestiones.
Pero antes hay que hacerse una idea de las escalas. En general, la idea de grande o pequeño que tienen las personas es, cuando menos, ingenua. Siempre egocéntrica
La tierra nos parece grande, y es grande sin duda pero…
Tomemos la idea platónica de que el hombre la medida de todo.
Si tumbáramos en el suelo a un hombre y luego otro colocado con sus cabeza tocando los pies del primero, y luego otro y otro más y otro…
Para alcanzar a cubrir una distancia equivalente a el diámetro de nuestro planeta, necesitaríamos seis millones trescientos cincuenta mil hombres de un metro y setenta y cinco centímetros de altura, para hacerlo.
Un hombre como yo tiene una masa de unos ochenta y cinco kilos. Para equilibrar una balanza con la tierra en un platillo, necesitaríamos 78.600.000.000.000.000.000 personas en el otro platillo.
La Tierra es enorme ¿no?
Bueno, no tanto. El diámetro de Sol — hay muchos soles, pero un solo Sol — es ciento nueve veces el de la Tierra. Y su volumen es un millón trescientas mil veces el de la Tierra. De masas y cuantos hombre hacen falta para equilibra la hipotética balanza mejor no hablamos porque se nos acaba el sitio para tantos ceros. Baste con decir que no han existido suficientes humanos en la historia.
El Sol si es grande… bueno, no tanto, porque hay otras estrellas que guardan una relación mucho más apabullante si las comparamos con nuestro pequeño planeta en vez que con nuestro Sol, — Rigel es veinticinco mil veces más luminosa que el Sol, por ejemplo —, así que ni hablamos de ello, pero queda claro que la tierra es una cosa muy pequeñita en términos cósmicos.
Y los humanos de uno en uno ni te cuento.
Pero Júpiter es otra cosa, Júpiter es mil cuatrocientas veces mayor que la Tierra, aunque cabría más de mil veces en el volumen del Sol, pero sí, es muy grande porque en realidad es un estrella fallida, una pequeña estrella fría en cuyo corazón no se llega, por poco, a alcanzar la presión y la temperatura necesaria para iniciar la reacción de fusión nuclear estelar y brillar en el espectro visible.
Digo bien — aún en términos de mi desconocimiento astrofísico —, porque Júpiter brilla en otros espectros; genera fuertes radiaciones infrarrojas, calor, porque su núcleo esta muy caliente, pero no lo suficiente.
Genera mucha radiación radioeléctrica, como una estrella, pero no lo la suficiente.
Genera radiaciones gamma como una estrella, pero no suficiente.
Genera mucha luz, pero no la suficiente, porque la luz que refleja del Sol es mucho mayor que la que él emite y está claro que siempre le vemos iluminado. Cuando la sondas han pasado del otro lado del gigante gaseoso hemos comprobado que brilla, aunque mucho menos que una estrella, y su atmósfera alta está surcada constantemente por tempestades eléctricas, prueba de la gran cantidad de energía que hay en él, pero no la suficiente.
Júpiter es una estrella fallida… por poco.
Bueno, supongo que ya tenemos una pequeña idea de cuan grande es. Vamos a las cosas que me llaman la atención de ese encuentro entre un enorme astrolito — o quizás un cometa — y el gigante.
Lo que me llama la atención en un principio es que nadie en la comunidad astrofísica internacional, la comunidad profesional me refiero, halla visto este extraordinario encuentro. Efectivamente, una aficionado australiano; Anthony Wesley, con un pequeño telescopio de treinta y seis centímetro, — bueno, no tan pequeño, pero sí domestico — lo ha descubierto.
Pero lo llamativo no es que lo halla visto este antípoda nuestro, no, lo curioso es que un astrolito de este tamaño no halla sido detectado por los profesionales cuando se acercaba al gigante.
Según las fuente, el cráter es mayor que nuestro planeta, y para que un astrolito deje tal agujero en las nubes jovianas debió ser enorme, independientemente si era un cuerpo pétreo o un iceberg.
Quizás del tamaño de la luna o mayor — dicen que casi como la Tierra aunque no lo se —.
Y nadie lo vio venir.
Quizás se acerco enmascarado por la sombra del gigante, pero no se, creo que es más probable que los profesionales estuvieran mirando hacía otro lado de más ínteres para ellos.
Tengamos en cuenta que para verlo tendrían que haber hecho el mismo esfuerzo que para ver un grano de arena en concreto, con unos prismáticos domésticos, en medio de la playa del Cursal, desde el tejado del auditorio.
Hombre, no es fácil, no.
Pero esto me sugiere otra pregunta curiosa.
¿Podría ocurrir algo similar con un astrolito que se acercara a nosotros?
Sí, ya se, hay muchas películas — nefastas desde el punto de vista de la ciencia seria — que hablan de hipotéticos casos así, pero si un cuerpo celeste de un tamaño así se nos acercara sin que nos diéramos cuenta hasta que lo tuviéramos a simple vista la cosa sería muy preocupante.
No ya porque se estrellara con la Tierra un cuerpo con un tamaño similar a ella, oséa, un planetoide errante de alrededor de diez mil kilómetros de diámetro.
No, ese sería un casos muy improbable y demasiado evidentes sus consecuencias.
Si ese planetoide pasara cerca de la Tierra, digamos a un millón de kilómetros, sería una experiencia extraordinaria… y mortal para toda vida terrestre.
La fuerza gravitacional ejercida sobre la corteza terrestre por un planetoide que pasara tan cerca sería miles de veces mayor que la que ejerce la luna a un tercio de esa distancia.
Bueno, lo más probable es que la corteza terrestre se fracturara y fundiera bajos las tensiones gravitatorias y la luna se saldría de órbita o caería contra el planeta.
Ese planetoide sería visible a simple vistas y de hecho, pese a estar al triple de la distancia que la luna, se vería como un disco de casi el doble de tamaño.
Si quedara algo vivo para verlo cuando este visitante se encontrara pasando de largo a un millón de kilómetros.
En todo caso, si lo vieran venir daría un poco igual, no se podría hacer nada para evitar la catástrofe, no existe ninguna forma de tecnología actual capaz de desviar de su curso un planeta.
A lo que voy es que a la luz de la escalas reales, el universo es un lugar muy peligroso y pararse a discutir sobre casos jiligurtel como si fuera algo fundamental par ala vida humana en el planeta resulta un tanto trivial.
Bueno, otra cosa. ¿Donde esta el astrolito? es curioso pensar que Júpiter se halla comportado como el gel balístico que usan en esas series de científicos policiales tan populares en los últimos años.
El enorme cuerpo, supongamos que era un astrolito más o menos sólido, se estrello contra Júpiter a una considerable velocidad, quizás algunos miles de metros por segundo.
Y sin embargo, fue engullido y la fricción contra su densa atmósfera lo detuvo en seco, añadiendo su masa a la del gigante.
Si fue un cometa, básicamente un enorme iceberg, se debió vaporizar en cuestión de segundos por la fricción con una atmósfera millones de veces más densa que la nuestra a unos cientos de kilómetros de profundidad — recordemos que en la atmósfera de Júpiter caben varios cientos de Tierras antes de llegar a la supuesta superficie del núcleo sólido —. Ni siquiera creo que el cuerpo llegara a ímpactar contra el suelo sólido de Júpiter.
En todo caso, la masa del cuerpo se ha unido a la del gigante. Pese a que un cuerpo como el que he mencionado, de una masa de quizás dos coma seis por diez elevado a la dieciocho toneladas. ¿Mucho, no? Pues no, la Tierra con solo dos mil kilómetros más de diámetro tiene el doble de masa. Y la masa de Júpiter es… bueno, dejémoslo en que ese planetoide hubiera sido como echar una cucharada de Tierra a un camión volquete. No se nota mucho.
Y es una pena que Júpiter no lo note, ¿que quiero decir?, pues que Júpiter es una estrella fallida y es una pena.
Si Júpiter tuviera quizás el doble de diámetro tendría la presión y masa suficiente como para convertirse en una pequeña estrella, bastante fría pero brillante.
Viviríamos en un sistema con dos estrellas como proponía aquella película Clarke; “2.010, odisea dos”.
Pero habría que bombardear Júpiter con varios miles de millones de astrolitos como el de la hipótesis que manejamos para que la masa del gigante alcanzara el punto crítico — y no estoy seguro de si la masa sólida serviría al caso o sí sería necesario un aporte de masa gaseosa para que se encendiera —.
Teniendo en cuenta que en términos astronómicos sería como enhebrar una aguja lanzando el hilo desde un kilometro, para que tantos cuerpos impactaran en Júpiter, la densidad de cuerpos en el sistema solar sería más o menos equivalente a los granos de arena de la playa del Cursal que antes mencionaba.
Mejor verlo desde muy lejos porque en esas circunstancias, — las que suponemos que se dieron hace unos cinco mil millones de años para formar los planetas del sistema solar —, mejor no estar aquí.
Pero supongamos que ocurriese como en aquella película y Júpiter se encendiera.
¿que pasaría?, bueno, poesías fílmicas a parte, el porvenir de Europa, el enorme satélite joviano mencionado en aquella película, sería muy poco halagüeño.
Europa órbita Júpiter a unos setecientos mil kilómetros, el doble de la distancia orbital de la Luna a la Tierra.
A esa distancia y pese a que sería una pequeña enana, Júpiter abrasaría su satélite.
Aunque su órbita fuera diez veces mayor, una estrella fría de, digamos, tres millones de kilómetros de diámetro generaría suficiente calor y radiación como para vaporizar el satélite.
A la misma escala, el abrasado Mercurio estaría diez veces más lejos del sol que Europa de Júpiter y sin embargo es un infierno.
Pero dejando a un lado la tragedia europea, ¿que supondría para nosotros tener dos soles?
Bueno, no tendríamos dos soles por mucho que Clarke lo sugiriera.
Hablemos de diámetros aparentes.
El Sol muestra en nuestro cielo y si no me fallan las cuentas, un disco de aproximadamente un centímetro de diámetro aparente, aunque claro está, sus emisiones luminosas lo hacen parecer mayor.
La Luna tiene un diámetro aparente de unos nueve milímetros, algo menos que el Sol, aunque nos de la impresión visual de ser más grande, pero es muchísimo menos luminosa al no poseer luz propia, aún así, es el segundo cuerpo celeste más brillante con una magnitud de -12’6 — frente a los 26’9 del Sol —, no voy a explicar el mecanismo de las magnitudes pero baste con decir que un punto de variación equivale al el doble de brillo y que el signo negativo implica menor brillo.
Sí, así es, acéptenlo.
Júpiter, hoy, tiene un diámetro aparente de algo menos de dos milímetros y una luminosidad de -2’5 y no es un cuerpo muy brillante, en el cielo, Electra, una de las estrellas de la Pléyades tiene -3’2 de brillo, por ejemplo, pero es una estrella, claro.
Si Júpiter doblara su diámetro para ser una estrella, su disco sería un tercio de la luna y seria visible a simple vista, y si brillara con un brillo parecido al del Sol, según creo, podría alcanzar una magnitud -6 o quizás -8.
Pero nunca sería tan brillante como la Luna llena lo que significa que en Luna nueva, la estrella joviana alumbraría como un cuarto menguante o algo más, pero no sería de día.
Así que en un sistema doble, Sol – Júpiter, viviríamos en una sociedad plagada de poesías sobre “la estrella más brillante” o quizás “el pequeño Sol”.
Pero no conoceríamos una sociedad con dos o tres tipos de día según las combinaciones de presencia de ambas estrellas en el firmamento.
No sería como en la novela “Anochecer” de Asimov y Silverberg en la que una sociedad enloquecía al conocer la noche en un mundo con tres soles que solo entraban en conjunción una vez cada varios miles de años.
Nosotros conoceríamos la noche oscura y veríamos las estrellas porque la estrella Júpiter solo sería una tenue luz en la noche o un pequeño brillo al lado de nuestro sol.
Además, si bien el Sol lo vemos todos los días y su movimiento es evidente, y la Luna, aunque mucho más lenta, también es evidente su movimiento, las variaciones en las conjunciones con Júpiter sería mucho menos evidentes, su año dura algo más de once años, con lo que sus ciclos nos serían menos evidentes.
Lo más probable es que no hubiéramos llegado a considerarlo como miembro de la trilogía sacra Sol, Luna y Júpiter, sino un “planeta” más, o una estrella brillante.
Pero y si Júpiter fuera diez veces mayor y fuera una pequeña estrella, pero mucho más brillante que la luna, digamos de magnitud diez.
Bueno, eso sería muy hermoso pero muy peligroso creo yo.
Sí, tendríamos poesía y mitología hablando de los dos soles de nuestro cielo pero por definición un sistema doble, digamos que con una estrella cien veces mayor que la otra, es decir, con un Júpiter de ciento cincuenta millones de kilómetros de diámetro — de Europa y los otros satélites jovianos ni hablamos ya, ¿vale? —, un sistema doble así es muy, pero que muy inestable, la estrella mayor tendría el control gravitacional del sistema, sin duda, pero la gravedad de la estrella menor sería notable y se haría sentir en todos los planetas y sobre todo en los interiores.
Probablemente, la órbita de Marte de vería claramente afectada y o sería excéntrica o incluso orbitaría a Júpiter, o lo que creo más probable, sería inestable y no estaría ahí.
Hay unos pequeños programas de ordenador que permiten simular las interacciones gravitatorias entre cuerpos, por ejemplo planetas y estrellas, y quizás sea por mi desconocimiento de las ecuaciones astrofísicas, pero jamas logre que un sistema doble fuera estable más allá de unos cientos de órbitas y los planetas ni te cuento.
Supongamos que es a causa de mi ignorancia, pero aunque existan, — que existen — sistemas dobles estables, personalmente dudo que un Júpiter grande y brillante no supusiera una inestabilidad suficiente como para hacer imposible la vida en los planetas interiores.
Bueno, hemos descubierto pocos exoplanetas, la mayoría gigantes gaseosos como Júpiter y mayores, pero creo que ninguno en sistemas dobles.
Osea que creo que afectaría poco o nada la historia que el sistema solar fuera doble. No creo que hubiera historia.
Y como ya hemos dicho, es improbable que pueda darse un bombardeo de astrolitos suficiente como para iniciar el reactor nuclear Joviano.
Hombre… podría aparecer un planeta errante, otro gigante gaseoso que entrara en colisión con Júpiter y sumando sus masa y la energía del choque, producirse un estallido estelar.
Hombre… sí, pero las consecuencias orbitales y gravitacionales de tal suceso me hacen pensar que sería un espectáculo inolvidable hasta mi muerte… y la de todos, me temo.
Además, los gigantes gaseosos errantes no creo que sean algo muy habitual en la Galaxia.
Bueno, la verdad es que ponerse a pensar en los acontecimientos astronómicos, sobre todo si uno toma conciencia de la verdadera escala de las cosas, y desde luego no es fácil que la mente las comprenda. Es lo mejor que conozco para que las burdas, ínfimas estupideces de la humanidad le dejen a uno de importar, de afectar ni siquiera mínimamente.
Nadie ha visto Júpiter de cerca, nadie ha comprendido por propia experiencia la escala de no ya el universo, sino del sistema solar.
Pero todos aquellos que han salido del planeta, y sobre todo aquellos que han estado en otro cuerpo celeste, — la Luna —, siempre dicen que eso les ha cambiado la forma de ver los pequeños problemas de la humanidad.
Quizás es eso lo que nos hace falta, salir de la Tierra, quizás a la vuelta fuéramos distintos y dejaríamos de ser tan profundamente jilipollas.
Pero más bien creo que si saliéramos de la Tierra, acabaríamos por contagiar al cosmos de nuestra estupidez.
En fin, es algo que ni ustedes ni yo llegaremos a saber, así que mientras, ¿porque no maravillarnos con la grandiosidad del gigante joviano y su molesto, pequeño, visitante?
Jorge Díaz.
N. del A.: Parece que, a la hora de publicar este texto, la nasa ha reducido notablemente el tamaño del “visitante”, hablan del tamaño de Alaska o menor, pero aún así, no deja de ser un objeto de una tamaño a tener en cuenta. Tómense todo lo arriba dicho como un ejercicio intelectual de elucubración, que no es otra cosa, por cierto.