Veinticinco señores en calzoncillos corriendo por una pradera, detrás de una pelotita, cuyo objetivo es meterla en el portal y rodeados de otros cincuentamil señores que aúllan enloquecidos al verlos.
Siempre me ha resultado un espectáculo muy mariquita.
Después de dar la lata como locas histéricas durante meses porque once señores en calzoncillos habían ganado no se que premio en Europa.
Tras meses de hablar sin parar de no se que roja — ¿que coño tendrá que ver esa señora?, me pregunto —.
Tras no poder oír un informativo sin que te dejen con complejo de antipatriota — y que me alegro, oiga — porque no te interesa un carajo la honra de las posibles victorias en competiciones internacionales de esos mismos once señores en calzoncillos, porque parece que si no te vuelves loco de orgullo patrio por estas cosas es que no mereces vivir en este país.
Pues estamos bien, oiga, entre los capullos de los gilinacionalistas, que me parece muy bien que quieran disfrutar de su cultura y vivir en su idioma, pero que me dejen a mi vivir la mía en mi lengua, que coño, que cabemos todos o no cabemos ninguno.
Los orgullos deportivos, a los que todas estas cosas nos la refanfinfla, nos tienen abrasados oiga.
Y hoy, enciendo la telebodrión, y entre anuncio de descarga de musiquillas de promoción de multinacionales al móvil, de pienso compuesto para limpiar el organismo y otras cutreces, me entero que en no se que competición en Africa — joder, muy importante no será, que en Africa solo les dejan hacer las cosas que no quiere hacer nadie más — se han dejado ganar por los yanquis, que como todo el mundo sabe, solo les interesan las ligas mundiales de deportes que solo practican ellos y en eso del furbol son como de liguilla entre colegios.
Vamos, que a mi el furbol ni me interesa ni me importa, pero supongo que si te ganan los yanquis es como si a un campeón chino le gana al pimpón un natural de Bonuatu, manco y borracho.
Y van y dicen que estamos todos muy decepcionados.
Lo que me jode pero mucho, porque eso de usar generalizaciones absolutas es siempre una muestra de imbecilidad completa, y si no que me cuenten que criterio se usa para definir ese todos.
A mi que les ganasen los yanquis me importa tanto como que se reviente una espinilla Yola Berrocal en público.
Por tanto no estoy incluido en ese todos.
Por tanto ese todos es una falsedad — como el noventa por ciento de las informaciones, pa que engañarnos — ya que no incluye a totalidad, sino solo a una parte.
Por tanto y como mucho pueden decir que están todos los interesados muy decepcionados.
Y hablando de esos interesados…
La turba es el hombre descendiendo voluntariamente a la condición de bestia.
Y la bestia mata —con el perdón de las pobres bestias —.
¿Quien necesita mas explicación sobre la violencia en el futbol?
Esos pocos miles de interesados decepcionados por que la selección española haga el ridículo — como siempre según dice mi padre—, en su vertiente más interesada y descerebrada no deja pasar una semana de liga sin incidentes, generalmente contra la gente que intenta ocuparse de sus asuntos al margen de estos verracos.
En mi opinión, justificaría del todo la prohibición de ese espectáculo, o al menos, la prohibición de toda difusión masiva del mismo.
Si no son capaces de disfrutar sin ponerse como bestias, pues que se queden en casa y no molesten a los demás.
Creo que esas estupideces que llevan a los más descerebrados a meternos a todos en el mismo saco y considerar el furbol como un asunto de ínteres nacional.
Justifican tan solo una forma como cualquier otra de tener a las masas absolutamente alienadas y estupidizadas.
Pero encima, se pretende estupidizar a toda la población convirtiendo en una vergüenza pública decir el furbol no me interesa.
Si encima vas y dices que la mierda de los famosillos artificiales y las múltiples escuelas de juguetes rotos o que le pinchen las ruedas al formula uno de Hamilton te son indiferentes, casi te mandan a una reserva de bichos raros.
Cuando la verdad es que la minoría la forman los interesados en esos asuntos y son los medios de comunicación y los políticos los que se empeñan en meternos con embudo, como si fuéramos ocas cebadas, SUS intereses embrutecedores, en unos casos para hacer negocio y en otros para tenernos despistados.
No, cuando hay cienmil personas en un campo de furbol y cuatro millones más pendientes de la teta de cristal, no se puede decir todo el país esta pendiente del encuentro, porque somos cuarentaiun millones los que no prestamos atención y nos ocupamos de nuestros asuntos.
¿Quien es la minoría?
Pero claro, el negocio que justifica gastar cien millones en señores en calzoncillos tiene que interesar a todo el mundo. ¡Como sea!
¿Saben lo que les digo?
¿Que los once señores en calzoncillos han hecho otra vez el ridículo?, por fueno, pos fale, pos me alegro, oiga.
¡Que me alegro pero mucho! y dejen de tocarme los cojones ya con SUS intereses.
Jorge Díaz.