En los últimos días, distintos hechos me han llevado a meditar sobre la Fe y las creencias.
Me han llevado a envidiar profundamente la imprescindible capacidad de auto engaño que toda creencia, no solo las religiosas, conllevan.
Debe ser muy reconfortante pensar que hay algo — o alguien — que es responsable de las gracias y desgracias de nuestras existencias.
Si tenemos un éxito, ¡zas! es gracias a la divina providencia y un justo premio a la piadosa conducta que hemos seguido en la vida, cumpliendo los designios de dios.
Porque todos somos muy buenos y piadosos, mereciendo un premio divino, aunque seamos un israelí y lo digamos con las manos metidas hasta el codo en la asadura de del civil palestino que acabamos de aplastar con el Merkarva.
Me pregunto si puede haber alguien lo suficientemente enfermo como para considerar que poder firmar “Caudillo de España por la gracia de dios” es el justo premio por ser el causante de la muerte de diez millones de españoles a lo largo de los años.
Y más enfermo para considerar que la muerte de esos españolitos fue el justo castigo por se malos y descreídos rojos.
Por desgracia la enfermedad humana no conoce limite.
Bueno, a lo que voy, que tiendo a divagar.
Es un peligroso fatalismo pensar que todo lo que hacemos o nos ocurre obedece a una voluntad superior y que no podemos hacer nada para cambiarlo — nadie cree eso del libre albedrío.
Pero en todo caso debe ser un enorme consuelo, un alivio sin duda.
Y en los malos momentos, pues… entre pasarlos a pelo o buscar un consuelo… Tonto sería yo si no flaqueara en mis creencias — léase ausencia de ellas — y ceder a la tentación de apuntarme a la adoración nocturna.
Pero oiga usted, que es encender la tele y curarme de la tentación y de espanto. Solo hay que oír las cosas que hacen los estandartes de las creencias.
Como esa noticia sobre la sistemática tortura, violación y explotación de huérfanos en instituciones religiosas irlandesas a lo largo de décadas y con la connivencia de sus jerarquías.
Me resultaría tan estremecedor que dudaría de la noticia si no fuera por dos razones.
Una; mi padre estuvo recluido en un colegio de frailes del “Auxilio Social”, con lo que las historias sobre curas maricones — y en este caso el adjetivo no es ofensivo para los homosexuales sino una definición de los bujarrones con sotana —, sádicos violentos, nazis torturadores y otras lindezas.
Pero eso sí, misa diaria y rezos a todas horas por la piadosa fe de los padres reverendos.
Dos; conocí a un homosexual que asistió a clases en el seminario de Mondoñedo, donde intento violarlo un señor que acabo siendo obispo.
Y que, según me contaba, solía arrinconar efebos en un pequeño cuarto del seminario.
Nadie debería escandalizarse, la bibliografía sobre aberrados con sotana es tan amplia y contrastada como que estos hechos son sistemáticamente negados por parte de la curia, incluso ante la más fehaciente evidencia o sentencia firme. Quién ponga en duda la veracidad del caso irlandés, pues… como decía un evangelio — creo — no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, pues eso, que solo haría el ridículo quien lo negara.
Salvo que sea curia episcopal, tan dada a criticar a los demás y definir el derecho a la propia vida y salud sexual de las mujeres con el aborto como un hecho peor que la pederastia — no les parece que tiene una cierta coherencia defender lo de Irlanda y decir a continuación esto sobre el aborto —, tan dada a ver la paja ajena, y adoctrinar al estilo de haz lo que yo digo y no lo que yo haga.
Tan dados a olvidar la virtud teologal de la caridad.
Ellos siempre niegan.
Bueno, es claro que no puedo ser más que fervorosamente anticlerical. Es la primera conclusión que por más vueltas que le de al asunto, siempre me sale al paso. No sin considerar que debe haber algún sacerdote digno y sincero, pero estoy seguro que si así es, lo más probable es que este represaliado o excluido de la santa madre.
Así que si alguien me intenta consolar, aun de buena fe, pero viste habito, pues no puedo menos que sentir un profundo asco y mandarle a la mierda.
Lo cual no deja de ser frustrante para mí — encima —, porque cuando uno siente la tentación de quitarse las responsabilidades de encima y refugiarse en alguna superstición van y te dejan los pelillos como escarpias.
Pero no obstante…
Si bien es claro que las curias, los sacerdocios y demás vividores a costa de la superstición y el miedo de la gente a lo desconocido, son dignos de hoguera, ¿lo son también las creencias?, ¿que lleva a la gente a cree?
Hay que hacer distinción cuidada entre la parafernalia de control y poder erigida para beneficio de unos pocos, y los sentimientos humanos.
Bueno, pues sobre esto he estado meditando y creo que habría que hablar de ello más ampliamente que en una sola entrada.
De ahí el título de este artículo, en otros opus hablaremos de ello.
—Nota of del autor: Mi ortografía es mala, lo se, aunque no dejo de pensar que quizás sea importante considerar más el contenido que el continente. Pero en este caso, la minúscula utilizada en la palabra dios es completamente premeditada… como en otros casos.
Jorge Díaz.