Entre los grandes inventos del capitalismo comercial hay varios cuyo intríngulis se me escapa.
Hace unos años, un “lobi” integrado por entidades financieras y compañías de tarjetas de crédito lanzaron el que presentaron como el futuro de las pequeñas transacciones comerciales; la Tarjeta Monedero.
La idea consistía en que en vez de acarrear con moneda fraccionaria en el bolsillo, utilizáramos una tarjeta magnética para pagar el pan, el periódico, el cafelito, el tabaco y en general todos los pequeños gastos diarios que “todos” hacemos, según ellos.
Bueno, dejando a un lado que no todos hacemos esos pequeños gastos diarios, que no todos nos podemos permitir leer el periódico en el trabajo, o salir a tomar el cafelito. Yo en seguida vi por donde cojeaba el invento; ni en la panadería, ni en el estanco, ni el quiosco o la cafetería estuvieron dispuestos a colocar un P. T. V. — Punto de Tele Venta — para cobros de cincuenta céntimos , un euro, un euro y medio, y menos aún, dejarle un porcentaje de tan pequeña facturación a las entidades financieras.
Muchos pequeños comercios que se niegan a cobrar por tarjeta porque les supone una “mordida” difícilmente asumible en tan pequeños cobros.
Luego, la idea vino de manos de las “amables” compañías telefónicas, intentando que paguemos todos nuestros pequeños gastos con el móvil.
Hacerse se hace, sí, pero esta muy lejos de ser una práctica habitual.
Y en esta misma línea esta la tarjetita “Trabel” esa.
Hace más de una década presentaron este sistema como la panacea de la fidelización de la clientela; un sistema que remuneraba las compras del cliente.
Maravilloso, pero ya en su día me mostré receloso con el asunto, de entrada no era algo que se fuera a implantar masivamente, solo un número muy limitado de empresas estaban adheridas al sistema, y si bien, como publicitario que yo era, veía sus ventajas como medio de fidelizar al cliente, opine que debería cuajar más para ser ventajoso para el consumidor.
Hoy, a una década vista, la tarjetita esta solo te la piden en una cadena de hipermercados y en poco más, de hecho solo hay treinta cadenas o tipos de comercio adheridos al sistema.
En algunos casos de forma tan esotérica como que hay farmacias que si, pero otras que no, así que busque, compare y ya veremos.
Y en otros caso, solo en ciertos servicios de ciertas compañías, como en la compra de teléfonos, si están dentro del programa y nunca por canje de puntos.
Vamos que hay que ir con la tarjetita en la boca y andar preguntando todo el rato… un agobio.
El otro gran fallo que veía al sistema era su parquedad a la hora de remunerar los puntos.
Por ejemplo; si nosotros compramos en esa cadena vasca de hipermercados, para obtener una noche de hotel en un Parador — en temporada baja, entre semana y no en todos los Paradores — tendremos que haber hecho compras por valor de 3.000 euros y además acoquinar 33 euros.
Otro ejemplo en el mismo supuesto; para volar desde Bilbao a Londres tendremos que haber gastado 6.000 euros en el hiper y a parte soltar 55 euros.
Sale más barato una línea de bajo coste.
Si la tarjeta la usa una pareja que gasta en el hiper una media de 150 euros al mes, tardara tres años y medio en sacarse un billete de avión.
Pero claro, es como lo que me dijeron cuando quise cambiar de móvil por los puntos de burrafone, que si quería un móvil tenia que usar más el teléfono.
Ya, pero mire usted, yo gasto el teléfono que necesito gastar, no el que a ustedes le convenga para darme un móvil cutre y costroso.
Sigamos con los Trabel. La última vez que me quisieron endosar al tarjetita — suelo hacer compra en esa cadena vasca — me dijeron que aunque yo no viajara, había un catalogo de regalos canjeables y eran muy interesante.
No me lo creí hace una década y ahora tampoco, pero por evaluar la oferta no perdía nada.
Me dieron el catalogo y observe que, por ejemplo, para obtener radio despertado tenia que hacer compras por valor de 9.000 — nueve mil — euros, para un deuvede 10.000 euros, para una mini cadena 30.000, para una cámara de vídeo 32.000, y como producto estrella, 45.000 euros por una gameboy.
Y digo que la gameboy es un producto estrella, porque el resto son productos de tienda de chinos, el reloj lo encuentras por 15 euros, el deuvede es de 25 euros en la cadena vasca, la cámara es igual a otras que te venden por 99 y la mini cadena… bueno.
El razonamiento comercial es sencillo; “la ansiedad del consumidor por obtener regalos supuestamente gratuitos le llevara aumentar su consumo en nuestros comercios”. Ya, pero mire usted, cuando no existían la compras a crédito, se abonaba un tanto todos los meses y cuando habías pagado el articulo te lo llevabas a casa, eso o ahorrar, pero claro, eso suponía que podía pasar mucho tiempo antes de poder disponer del articulo deseado, de ahí el éxito del endeudamiento a crédito en la sociedad moderna.
Hay gente pa to, pero... ¿de verdad hay gente que aumente su gasto en estos poquísimos comercios adheridos hasta tales niveles por un despertador de 15 euros?
O más bien es la tendencia de la gente a usar lo que sea mientras sea “gratis”.
Yo, desde luego, no me molesto en andar pasando la tarjetita para que dentro de 45 años me regalen una gameboy, que es más o menos lo que voy a tardar según mis economías, así como no voy a pasar de gastar 100 euros al mes a gastar 3.000 por un dividi de 25 euros.
Pero como digo, hay gente pa to.