Esta semana han ocurrido varias cosas de las que me gustaría hablar. Quizás luego.
De ese canal que se ufanaba de dar deporte gratis y que ahora anuncia a todo bombo su canal deportivo por TDT de pago, eso sí, muy baratito.
De las promesas del próximo presidente gallego, de bajar el impuesto de sucesiones — a aquellos que tengan herencias que recibir, y no me refiero a los cuatro terrones del minifundio —, los impuestos sobre el patrimonio — a aquellos que tengan patrimonio y no casucha del abuelo — o las ayudas a las familias que puedan justificar que las “merecen”, claro esta.
Osea, más para los que más tienen y los demás que se jodan.
Los gallegos tienen lo que merecen y quizás menos de lo que se merecerían.
En fin, múltiples desatinos.
Pero lo que me ha sacado de mis casillas ha sido el tiparraco ese, presidente del Banco de España, adalid de las posturas fascistas más retrogradas, alarmando a todo el mundo con sus opiniones sobre la desaparición de las pensiones y las prestaciones sociales.
Cosa que los fascistas más retrógrados llevan pidiendo años para aumentar sus beneficios a costa de embolsarse legalmente el dinero de las cotizaciones por sus trabajadores, claro.
Por cierto, es el mismo tipo que hace poco pidió el despido libre y gratuito para solucionar el desempleo, para acto seguido tener que envainarse la lengua entre ambas dos nalgas.
Bueno, pues yo que zapatillas, le cesaba fulminantemente.
Primero por alarmista, en la situación social actual, que salga un alto cargo del estado diciendo estas cosas es un acto de terrorismo social.
Segundo por infiltrado, esta claro que esta mordiendo la mano que le dio de comer a favor del enemigo político, que es algo que siempre le ha pasado al pesoe cuando ha gobernado, dicho sea de paso.
Y tercero, por pura coherencia ideológica, — si le suponemos ideología a los sociatas, que hace años que perdieron la ‘ese’ de socialistas y la ‘o’ de obrero —.
Pero en todo caso, si se manifiestan progresistas, no pueden permitirse un alto cargo político que despliegue posturas tan reaccionarias, promulgando eliminar todas las ventajas sociales que son irrenunciables para los trabajadores y humildes en un país que se supone avanzado, democrático y moderno.
En Burundi no digo que no cuele, pero en un miembro del jeveinte, pues no.
Pero sobre todo hay que despedirlo por inepto e ignorante.
Sabrá mucho de economía de mercado capitalista, pero debería saber que el sistema de prestaciones de la Seguridad Social como son la sanidad pública, las prestaciones sociales y las pensiones no son fruto de los impuestos, aunque existan impuestos que complementes su caja.
Ni tampoco se nutren de la caja general del estado.
Vamos a ver.
Cuando un trabajador va a pedir una prestación de desempleo, no le hablan de los impuestos, ni de la situación macroeconómica o la balanza de pagos.
Miran que y cuanto a cotizado y en función de sus aportaciones se le paga o no.
Cuando un señor pide una prestación por enfermedad, se decide si la recibirá no en función de su estado de salud, que así debería ser, sino evaluando cuanto y como ha aportado a las arcas de la seguridad social.
Y cuando un anciano pide una jubilación se le pregunta cuanto y por cuanto tiempo ha cotizado.
Él, el individuo. No le preguntan a los demás cuanto cotizan y mucho menos le piden a nadie que cotice por él para que pueda cobrar.
TODAS las prestaciones sociales de la Seguridad Social son fruto del lo que el trabajador ha aportado al estado, LO QUE ÉL LE HA PRESTADO AL ESTADO.
El estado debe administrar ese dinero aportado para devolvérselo al trabajador cuando este lo necesite.
Y la seguridad y aval del estado permiten que los trabajadores aceptemos normas y limitaciones a la hora de recibir prestaciones, en la creencia de que así no existirá abuso o dolo en el reparto.
Y aceptamos que para cobrar el paro halla que haber cotizado un mínimo, para tener una pensión debemos haber cotizado unos años y así sucesivamente.
Si no fuera así, todos preferiríamos guardarnos el dinero en el calcetín.
El dinero aportado a la Seguridad Social solo puede ser usado para estos fines y no para otras cosas, como la gran patronal de la construcción pidió que les dieran el superávit a ellos, para evitar la crisis, decían.
Y ahora piden que el estado compre los pisos que no son capaces de vender. Oiga usted, haber construido con menos ansia y haber tenido mejor y más prudente previsión.
La retenciones son para la S.S. y las pensiones, NADA MÁS.
Pero el dinero aportado ES del trabajador y se lo PRESTA al estado.
¿Se entera señor Presidente del Banco de España?
La educación, las infraestructuras, la seguridad del estado, el ejercito y SU sueldo, todo lo demás, sí sale de los impuestos y tanto se aporta, tanto se reparte, correcto.
Y si no hay pues no se hace, punto pelota.
Pero la sanidad, la prestaciones sociales en su mayoría y las pensiones son fruto de lo que el trabajador PRESTA al estado.
Si el estado ha administrado mal la caja de la seguridad social, si es incapaz de devolver lo aportado al trabajador, es una cuestión de estafa y al igual que si un banco malversa sus bienes y no puede devolver el dinero a sus impositores, supone que sus gestores irán a la cárcel.
Cualquier cargo publico que se manifieste incapaz de administrar la caja de la seguridad social, debe ser cesado y sus labor investigada por si hubiera habido negligencia dolosa.
Este señor ha de ser cesado YA: ¡A la mierda con este señor!
Y aviso a los navegantes, si la caja de la seguridad social se agotara, habría que hacer como en la casa de cualquier vecino con problemas económicos, dejarse de lujos y poner el dinero donde hace falta.
Quizás hubiera que decirle a los bancos que devuelvan el dinero que para facilitar la financiación económica de la sociedad — cosa que no esta haciendo — se les ha dado, y que se olviden de engrosar sus cuentas de beneficios, ya de por si gruesas, a costa de los impuestos.
Quizás hubiera que congelar la paga a los políticos, gobernantes y la casa irreal.
O decirle a la otan y los yanquis que sus guerras la peleen ellos.
Quizás hubiera que congelar las ayudas a la gran patronal, y recortar gastos suntuarios de todo tipo.
Puede que hubiera que cerrar la televisión pública, un agujero negro.
También se podría retirar las ayudas a las grandes empresas CON beneficios y exigir todos los impuestos que se les ha perdonado.
Y sobre todo redistribuir la riqueza aumentando los impuestos de los más ricos, que devuelvan algo de lo que les enriqueció en las vacas gordas a base de especulación.
En fin, que antes de quitar la pensiones, hay muchos lujos de los que sacar el dinero.
La sanidad, las pensiones y las prestaciones sociales son sagradas, que nadie piense en tocarlas porque dejaría en la indigencia a muchos millones de españoles y la desesperación crea mucha violencia.
Que se entere bien este señor, y si sigue pensando como los fascistas, que creen que la quiebra de la seguridad social les supondría ahorrarse mucho dinero en cotizaciones, de ahí su ínteres en eliminar el sistema y dejarlo en que quien pueda pagarse sanidad y prestaciones las tendrá y el que no que se muera.
Que dimita.
Aunque, están equivocados, este país sin seguridad social supondría que tendrían que poner sus barbas a remojar, yo al menos me cobraría mi pensión en carne de la barriga del rico del pueblo, que conste.
No hay ejercito y policía suficiente para evitar que les cortemos los cojones, creo yo.
Pero seamos realistas.
Por desgracia, me temo que si un día, como ha pasado en otros países como argentina, la nefasta gestión de los ineptos como él deja los derechos del pueblo a la luz de Valencia, me temo que en vez de salir a la calle a quemar el Congreso, el Senado, la Moncloa las sedes de las autonomías y las centrales de las oligarquías económicas. No quedaremos en casa quitándonos el hambre a bofetadas y echándole la culpa a los emigrantes.
Somos así de imbéciles, me temo.
En tal caso nos mereceremos todo lo que nos pase, si señor. Y de eso se aprovecha la gentuza infame como el Presidente del Banco de España.