Me horroriza la colonización cultural anglosajona — yanqui — casi tanto como la estulticia de los nacionalismos xenófobos.
Más aún cuando de lo que se trata es de montar un negocio a costa de inventarse fiestas tradicionales.
Tradiciones de tan rancio abolengo como el año pasado.
Me refiero a esta tontería de todos los santos o difuntos.
Me niego a usar ese estúpido anglicismo tan de moda.
Una idiotez que se ha popularizado a base de repetir en todas las series yanquis los episodios de esta y otra estúpidas fiestas… aunque la verdad es que lo más estúpido es esa gente que dice “si lo hacen ellos, ¿porque no nosotros? ¡hala, vamos a copiar!”
Y el rebaño detrás.
El legionario cojo, manco y tuerto se debe sentir muy honrado al ver como su grito de guerra “muera la inteligencia” es seguido con tanto cuidado.
En este país siempre y en mayor o menor medida según las regiones, ya hemos tenido demasiada tanatocracia, demasiado culto a los muertos… o más bien, culto a la pantomima social con los muertos como excusa.
Demasiado negocio alrededor de dar el mejor entierro al difunto, alrededor de montar el mayor sepelio y el fingimiento social de acudir a presentar los respetos por la muerte de alguien que en el mejor de los casos no nos importaba un carajo en vida.
No hace mucho, perdí a mi madre… bueno, no la he perdido porque seguirá conmigo mientras la recuerde y así será mientras yo viva.
Por desgracia me vi obligado a aguantar los ritos sociales que con la muerte tienen los gallegos, tanatocráticos sociales donde los halla.
Por un lado, fue un escándalo que no admitiéramos duelo, — nuestra opinión es que quien no la había visitado en vida durante su larga y penosa enfermedad, no tenía nada que hacer allí a su muerte, y los allegados no les importaría si había duelo o no —, pero no fue pequeña nuestra sorpresa cuando en el tanatorio nos entregaron una serie de hojas de firma de condolencias y un fajo de tarjetas de visita de gente que había acudido en esas horas.
Y fue una sorpresa porque no conocíamos a nadie de esa gente.
Sorprendente casi tanto como que una buena señora, completamente desconocida, se intentara colar en la sala bajo la excusa de que como las otras salas estaban cerradas pues, venia a velar a nuestro muerto.
Me ha resultado siempre incomprensible como puede haber gente, jubilados por lo general, que acudan a montar tertulia en la consulta del ambulatorio, pero que lo hagan en un velatorio de un desconocido es, como poco, morboso — yo lo calificaría de forma más ofensiva pero… —
La costumbre tradicional es acudir a pasar el rato y hacer tertulia en los velatorios.
El ser desconocidos o como se sientan los allegados es indiferente, es una falta de respeto el pretender llorar en la intimidad a tus seres queridos.
El segundo escándalo lo dimos cuando no hicimos cortejo — ¿con quién, con absolutos desconocidos? — y no la enterramos como dios manda.
No limitamos a incinerarla en la intimidad y punto.
Hubo quién nos critico — también gente que no se digno en preguntar por la enfermedad de mi madre — porque al no haber sepultura ¿donde vamos a llevar flores y visitar al difunto?
Bueno, ni yo ni mi padre somos gallegos así que sus tradiciones mortuorias, y porque no, las opiniones que absolutos desconocidos tengan sobre como lloramos a nuestros muertos nos importan un carajo, pero no deja de ser insultante la falta de respeto que supone el pretender que todo el mundo lleve a cabo los mismos hipócritas ritos, porque sea lo que a un grupo de gente le gusta hacer.
Muy bien, hagan ustedes lo que quieran, pero no intente obligar a lo demás a hacer lo mismo para que ustedes disfruten del espectáculo.
Intimidad y discreción. ¿tiene algún significado para ustedes?
No digo que disfrazarse y andar de puerta en puerta pidiendo caramelos sea mejor que andar gastando dinero en lustrar una lapida y llenarla de flores un día al año, para que luzca más que la del vecino.
Aunque si me parece vergonzante que ciertos padres pretendan que absolutos extraños les den regalos a sus hijos por su cara bonita — o disfrazada —, si su hijos quieren fiestas y caramelos, señores, háganlas en sus casa y paguen ustedes sus caramelos, ¡que coño!
Yo suelo mandar a la mierda a los hijos de esa gente que en navidades — otra gilipollez — los mandan a pedir el aguinaldo de puerta en puerta. Denles ustedes la paga, que para eso son sus hijos, ¡Coño!
Al menos, el que lustra la sepultura no molesta al vecino desconocido obligandole a participar de sus historias contra su voluntad, mientras que los niños y no tan niños pretenden hacerte participar de su diversión, quieras o no.
Pero en cualquier caso, tanto la estupidez mercantil yanqui — que de eso se trata, de otra excusa de venta, como son las navidades, las rebajas, los días de oro, el día de los enamorados de Pepín Rodríguez o el día del presidente, que aquí no lo celebramos pero al paso que vamos… —, que además, es algo que en muchos países se celebra de forma parecida pero con mucho menos negocio y más festividad, como por ejemplo la fiesta de la calaca en Méjico.
Como las otras tradiciones de culto a los muertos, no son nada más que eso, negocios para comercializar los sentimientos de perdida que todos sufrimos en algún momento.
Y en realidad, no tiene nada que ver con las personas queridas que vamos perdiendo en nuestra vida, porque de nada sirve un ramo de flores a fecha fija de calendario cuando no nos acordamos de ellos en todo el año.
Los muertos solo viven en nuestros recuerdos y para mantenerlos vivos en ellos no hace falta ni fiesta comercial, ni flores ni puñetas, solo hace falta recordarlos y nada más.
Pero claro, lo importante, como en el caso de los gallegos, son las apariencias y el que dirán los demás en la aldea, y no el sentimiento de perdida del difunto.
La cosa es que los demás vean que nos acordamos mucho del difunto y no los sentimientos… ¿será que no tienen sentimientos y solo envidia?
Sinceramente, me produce nauseas tanta hipocresía y sobre todo el cinismo de personas a las que no les importa un puto carajo el difunto.
Bueno, eso es todo, o casi.
Porque no quisiera cerrar estas líneas sin hacer mención a esa estupidez de los meapilas vaticanos con esa campaña que se han sacado de la manga para combatir la chorrada yanqui. Según parece pretenden, en vez de disfrazarnos y hacer fiestas de moustros y difuntos, nos vallamos a rezar y cantar a las iglesias.
No, si me parece bien combatir la invasión cultural yanqui, pero ¿de verdad creen que la gente va a preferir ir a rezar que montar una fiesta?
No se, como no repartan el vino de misa y cambien el gregoriano por maquina…
No, su reino no es de este mundo definitivamente… Pues… Oye, ya puestos porque no se mueren, se van a su reino y nos dejan en paz a los demás.
Jorge Díaz