No sorprenderé a nadie que si digo que tengo algo personal contra los curas.
Vamos a ver, no. No tengo nada contra las creencias intimas de cada uno. Allá cada cual con su cada cuala.
Entiendo muy bien que la mente humana es débil y enfrentarse a la vida a pelo es muy difícil, lo se. Tiene que ser muy reconfortante el poder volverse hacía una fuerza superior cuando sufrimos una desgracia y acusarla de ello, o cuando tenemos miedo poder rezar y sentirnos protegidos.
Pensar que los buenos — nosotros — son premiados tras la muerte y que todo ha merecido la pena. Que los malos — ellos, los otros — serán castigados de igual manera, que el daño sufrido será castigado.
Sobre todo debe ser muy reconfortante creer en algo después de la muerte cuando sufrimos una perdida, debe ser un gran consuelo pensar que los seres queridos no desaparecen del todo porque nos esperan en otro lugar.
Sí, debe ser muy cómodo tener una serie de reglas de comportamiento que obedecer sin tener que meditar sobre lo que debemos y no debemos hacer y en todo caso, aunque seamos canallas genocidas, con un par de padre nuestros queda todo perdonado por dios y la historia.
Yo mantengo la más alta consideración para las creencias de cada cual, no me meto en ello.
Pero… el problema vienen cuando esas personas, en vez de tener sus creencias en privado o en su grupo de correligionarios, sin meterse con nadie. Cogen y pretenden obligar a los demás a seguir sus mismos códigos de conducta y profesar las mismas creencias por las buenas o las malas.
Cuando empiezan a intentar obligarme a que comparta su fe y su moral a toda costa restregándome sus ritos por las narices contra mi voluntad, porque es la voluntad de su dios.
Entonces ya empezamos a tener problemas y suelo reaccionar de forma agresiva.
Aunque en todo caso, suelo practicar la indiferencia… salvo con esas viejas que no tienen nada mejor que hacer que agredirme con sus panfletos cada vez que me cruzo con ellas por la calle. ¿Cuantas veces y en que tono grosero tengo que decirles que no me interesa su superstición evangélica para que me dejen en paz de una puta vez?
Los que ya son otro tema son los que viven con dios — como su dios, vamos — a costa de pretender que son interpretes y portavoces de los que su dios quiere, ejerciendo de transmisores del mandato divino para todos los creyentes en su secta.
Mandato divino que se suele resumir en captar adeptos sumisos y recaudar fondos, de una u otra forma.
Me importa un puñetero carajo si estos individuos llevan sotana, caftán, turbante, clériman, alzacuellos o túnica azafrán.
Entre los curas y yo hay algo personal que podría muy bien definir como odio vesánico.
No solo porque tienen la soberbia de intentar obligarme a vivir como ellos dicen — que no como ellos hacen —, sino que encima pretenden recortar mi derecho a vivir como quiera, intentando cambiar las leyes para limitar mis derechos, que no los suyos.
Y encima tienen los santos cojones — nunca mejor dicho — de pedirme dinero para financiar su organización y sus medios de adoctrinamiento.
Vamos a ver, dejando a un lado que quiero tener derecho a abortar cuando lo crea necesario y si a ellos no les gusta, que no lo hagan y nos dejen en paz a los demás con nuestros derechos.
A mi es que no me salen las cuentas oiga.
Los muy cínicos van y dicen que cada domingo van a misa diez millones de fieles devotos que viven su fe — que muy bien, que la vivan, pero que nos dejen en paz a los demás, ¡coño! — y luego piden que les demos parte de nuestro I.R.P.F.
Vamos a ver, diez millones de fieles a cinco euros cada uno y por cincuenta y dos semanas al años, dejando a un lado las fiesta y ritos de guardar a mayores, las recaudaciones más o menos ilícitas como los foteros de parroquia y otra prevaricaciones. Suman unos dos mil seiscientos millones de euros al año.
¿No tienen bastante? ¡Joder, si los bancos tienen menos beneficios que ellos y encima no pagan impuestos!
Pues no, una de dos, o no saben administrarse, lo que desde luego no es mi problema en absoluto, o no son todos los que dicen y los que son no les dan ni un puto duro pesar de ser sus fieles.
Que por otro lado, que si tuvieran que apañarse únicamente con las contribuciones de sus acólitos como otras sectas, como los mormones, los Jehová o los evangélicos tan populares entre los gitanos y lolailos. Que como no tienen dádivas institucionales por eso son tan pesados con el proselitismo, para conseguir más tontos que les paguen. Pues bueno, entonces se entendería, pero no es así.
Pero la iglesia tienen muchas formas de financiación, sin mencionar el concordato que a ver cuando dejamos de financiar una secta con dinero público, tienen intereses en empresas de todo tipo, desde fabricas de condones — cómpralos pero no los uses — hasta empresas que fabrican sus productos en el tercer mundo con mano de obra esclava o infantil.
Por no mencionar la fabricación de armas o la corrupción del ladrillo, que se ha demostrado que son otras formas de financiación de la iglesia.
¿Y esas viejecitas a las que se les convence para que dejen sus bienes a la iglesia?, pues no, no es cosa del siglo XVIII, no, aun pasa y es una forma habitual de extorsión para los curas.
Pues no, después de toda esa financiación, después de meterse en la vida de todo el mundo, después de darnos la lata con la pretensión de que hagamos lo que ellos dicen pero no lo que hacen.
Después de llevar siglos alineándose con dictadores y asesinos por el bien de la vida eterna, nos restriegan por la cara un meloso anuncio según el cual son los únicos en este país que hacen algún tipo de labor social, que sin ellos, el mundo sería un lugar sin atención a los desamparados, a los enfermos, a los pobres. Sin moral ni ley vamos.
Para acabar pidiéndonos dinero de nuestros I.R.P.F. o cheques al portador, que todo es bueno para el convento, dijo el padre prior echándose una puta al hombro al salir del burdel.
Manda cojones con estos tipos.
Pues miren, si no tienen dinero para construir el pequeño vaticano en Madrid, si no tienen dinero para mantener su patrimonio histórico artístico, si no tienen dinero para mantener tantos conventos o para pagar a tanto cura,si no tienen dinero para financiar sus periódicos, radios y televisiones, si no tienen dinero para seguir con sus labores sociales.
Pues yo les doy una solución muy sencilla que viene a ser la que practicamos los hijos de vecino cuando no nos llega el dinero y es gastar menos. Sobre todo en caprichos.
No construyan el pequeño vaticano.
No mantengan su patrimonio, Secularícenlo y déjenlo en manos privadas o públicas para que sean locales sociales o lo que deseen sus dueños, como ocurre con cualquier otro patrimonio en este país… bueno, no, tu tienes una casa declarada de ínteres histórico y lo último que te dejan hacer es venderla para que en su solar construyan pisos, como ha pasado con más de un convento o casa parroquial.
Bueno, a fin de cuentas si una capilla abandonada se cae a pedazos, ya vendrán cuatro fieles a arreglarla de su bolsillo… o del bolsillo del vecino a poco que se pongan a pedir.
No mantengan tanto convento, pongan a trabajar a curas y frailes y que dediquen su tiempo libre a la religión, como viene haciendo todo hijo de vecino que tiene que trabajar primero y dedicarse a las aficiones después.
No sigan con sus supuestas labores sociales que con el dinero público que se les da sobra para que los poderes públicos suplan los que ustedes dicen hacer y sin chantajes religioso morales — salvo en Madrid o Valencia donde el asesoramiento a la jóvenes está en manos de asociaciones anti abortistas que practican terrorismo informativo con financiación pública, por ejemplo —, y además, hagan lo que todo hijo de vecino, dediquen lo que les sobre a obras sociales, si les sobra y quieren.
Vamos, que si no pueden vivir como curas se jodan ustedes de una puta vez y dejen de pedirnos dinero a los que ni somos de su rebaño ni nos caen ustedes ni una pizca bien.
Quizás, si se dedicaran solo a sus cosas y nos dejaran en paz aun podríamos perdonar que sean unos puñeteros parasitos, pero es que encima se pasan el día metiéndose en la vida de las personas y diciéndonos como tenemos que vivir.
¡Coño ya! si su feligreses quieren hacerles caso, bien, allá ellos y sus taras mentales, pero déjenos en paz a los demás. Y sobre todo, métanse en el culo sus asquerosos anuncios.
Jorge Díaz
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