A veces me doy asco a mi mismo. Sí, lo reconozco. Es triste ver tan a menudo el lado oscuro del mundo, la estupidez humana y la injusta necedad de la realidad.
Pero… ¿que le voy a hacer?
Es triste ser Casandra o el Bautista, sobre todo para el profeta, porque a nadie le gusta oír las verdades, y claro, en vez de reconocer la propia necedad, se prefiere siempre cortarle la cabeza o ahogarlo en la locura.
Ya me gustaría hacer loa de lo bonico y maravilloso que es el mundo… y cuando encuentre motivo para ello lo haré, con el mayor de los placeres, añado.
Pero de momento vamos a hablar de esa actitud de estomago agradecido que despliegan los más miserables necios.
Ejemplo primero; Santoña.
Santoña era, y digo bien era, porque yo la conocí hace casi treinta años y era un bonito pueblo pesquero, especializado en la pesca de la anchoa.
Ahora, destrozado por la rapiña del ladrillo, es una sucesión de horrible bloque de apartamentos tras horrible bloque de apartamentos.
Sin comercio, industria o cualquier otro medio de vida que no sea seguir construyendo para los turistas que intentarán esquilmar un mes al año o salir a pescar anchoas.
Pero los turistas son un bien limitado y finito, que curiosamente, cuando la belleza de la zona acaba cubierta bajo el cemento que ellos mismos han necesitado, suelen cambiar de aires, y la anchoa lleva décadas sobre explotada y esta casi extinta, por lo que las autoridades han limitado la pesca.
¿Consecuencias? los santoñeses —¿se dice así? — se revelan y exigen seguir pescando todas las anchoas que puedan — bueno, es lo que hacen los gabachos —.
Cuando se les dice que si lo hacen ya no habrá que pescar, contestan que no les importa, porque ellos quieren ganar dinero hoy y les importa tres leches el futuro.
Curiosamente exigen extinguir su forma de vida con la excusa de proteger a sus hijos, que en el futuro no tendrán forma de vida alguna y tendrán que emigrar o algo peor.
Ejemplo segundo; Los pescadores de angulas del Guadalquivir.
Bueno, en realidad es el mismo caso aunque estos se quejan de la mierda que se vierte al río — en eso sí tienen razón —, pero su mejor argumento es que ellos, sus padres y sus abuelos, siempre han pescado angulas y han vivido de ello, así que a ver porque no lo pueden seguir haciendo.
Pues porque su avaricia las ha extinguido, ya no hay, nada, nacing, cero, así se me jodan ustedes y cambien de oficio, que, por cierto, una buena parte de la mierda que contamina el río ha salido se su culos, señores.
Ejemplo tercero; Las centrales nucleares.
Todas, pero todas las centrales nucleares son sistemas muy complejos y delicados, que cuestan mucho, pero mucho dinero para ser instaladas y mucho más para ser mantenidas… en condiciones seguras.
Y para tratar y almacenar sus residuos, algunos son letales durante decenas de miles de años, para estos residuos ya ni les cuento cuanto dinero hace falta.
Pero ese dinero lo pagaran las próximas dosmil generaciones, así ¿que importa?
Siempre, pero siempre son deficientes en favor de conseguir beneficios de explotación.
Pero los pueblos cercanos a cada una de ellas, incluso cerca de las que día sí y día también sufren accidentes continuos, las defiende a capa y espada con el pretexto de que traen mucho trabajo y prosperidad a eso pueblerinos.
“¿De que vamos a vivir si cierran al central?” suelen decir.
Hombre, ¿que tal si viven de la misma manera que antes de tener central?, ¿ y si hubieran invertido los beneficios que les trajo la central en un desarrollo sostenible?
No, ya, quien va a volver a vivir como antes y quién se iba a poner a pensar en el futuro hace cuarenta años.
Que según las estadísticas sufran diez veces más enfermedades oncológicas, y cien veces más malformaciones fetales que la media nacional no suele convencerles. De echo, algún medico bien intencionado ha tenido que mudarse por denunciar tales cosas.
En general, es el mismo comportamiento que se encuentra cerca de todas los polos industriales venenosos, industrias químicas contaminantes o cualesquiera panes de hoy y hambres de mañana.
Pero cuando sufren la consecuencia de su estupidez y su avaricia es el resto de la población quien tiene que sacarles las castañas del fuego
¿Tenemos que pagar los demás su falta de cabeza, señores?
Pues parece que eso pretenden algunos.
Ejemplo cuarto; Lo e.r.e de las multinacionales.
En muchos lugares se instalaron grandes multinacionales en los años ochenta, cuando los españoles ganaban una décima parte de lo que ganaba un alemán o un francés, y encima se les daba el oro y el moro con tal de traer industrias y empleo — que no trabajo, no es lo mismo, ¿saben? — al país.
Hoy, esas multinacionales se marchan a otros países más baratos y esas zonas que por desidia y negligencia son completamente dependientes de una única actividad económica se ven abocadas a la ruina, pero los interesados se manifiestan dispuestos a lo que sea con tal de mantener el empleo.
Hasta a trabajar gratis, que hay quién lo acepta de buen grado… ¡gilipollas!
Por regla general, lo lógico sería que los terrenos públicos cedidos a las multinacionales revertieran en la sociedad, que las ventajas económicas e impositivas y las ayudas concedidas fuera devueltas y que con ese dinero se reindustrializara la zona de forma inteligente.
Pero la experiencia de la reconversión del sector naval y la minería en los años ochenta no ha escarmentado a nadie.
No se ha invertido en la diversificación de la actividad económica, sino en suvencionar a esos grande agujeros negros multinacionales, siempre hambrientos de dinero, y se ha dado mucho de ese dinero público a monoactividades que ahora desaparecen.
Pero la única solución que se ofrece es trabajar más por menos y darles más dinero público para que no se marchen… de momento.
Y los interesados encantados con tal de seguir comiendo hoy.
En todos los casos el asunto es el mismo; Pan para hoy y hambre para mañana.
Pero pese a ser evidente y que casi siempre, los interesados son conscientes de ello, la respuesta es siempre la misma; No importa, quiero el ahora y que le den por culo al futuro, los demás no me importan y los que vengan que se apañen como puedan.
Y luego dicen que les preocupan sus hijos…
¿Como?
¿Condenándoles al eliminar su forma de vida futura?
¿Condenándoles a la enfermedad o la muerte prematura?
¿Condenándoles a la explotación laboral salvaje en el mejor de los casos y eso solo mientras no les apetezca ganar más y empecemos de nuevo?
Esto es cíclico ¿saben?
¡Joder, pues si eso es lo que quieren mis padres para mi futuro casi prefiero ser huérfano, oiga!
En fin, que como decía el poeta, el sentido común es el menos común de los sentidos. Y parece que cuanto más desgraciados, más miserables, más puteados y jodidos son, más gilipollas y menso sentido común tienen las personas… si se les puede llamar personas, que ni eso tengo claro yo, oiga.
¿Como voy a ser optimista y hablar de pajaritos y flores con lo que esta cayendo?
A ver si un día me levanto y me alegran el día.
Jorge Díaz.