Hace unos años, cierto fabricante vendía su producto promocionándolo con fuertes descuentos dinerarios.
Hasta aquí todo lógico y sensato. La estrategia de promoción por descuentos es lícita:
Un vendedor intenta aumentar sus ventas a costa de renunciar a una parte de su beneficio por unidad, aumentando el beneficio total al vender mayores cantidades del producto.
Peeeeero…
Aquella marca anunciaba sus descuentos (…) solo hasta final de mes.
Y así un mes, y otro mes, y otro mes, y hasta el infinito y más allá.
Y… bueno… eran franceses.
Si la estrategia hubiera consistido en distintas promociones mensuales la cosa solo acabaría en un mal chiste, que de echo así fue. El solo hasta final de mes es un conocido chascarrillo.
Pero la cosa es que no dejo de ser un burdo timo; una estafa.
¿Que no?, ¿se molestaron ustedes comparar las tarifas de precios y las ofertas durante varios meses consecutivos?, ¿no?.
Yo sí, y descubrí que la tarifa permanecía inamovible — o casi, extrapolando las volubilidades inflacionistas — mes tras mes.
Así que en realidad la estrategia era subir los precios de tarifa de los productos en la misma proporción en la que prometían descuentos, que realidad simplemente ponían en el precio normal que querían ganar en cada artículo.
La ley dice que un descuento es algo que reduce el precio normal de venta del artículo.
Pero no dice que no se pueda sobrevalorar el precio de tarifa original del mismo para que con el descuento quede en el precio que realmente queríamos cobrar en un principio.
Con esto de que la fiesta — de los que siempre están de fiesta — ha acabado y hay que apretar el culo, pues se multiplican los descuentos y las rebajas en todos los comercios… que sobreviven.
Cuidadín señores. Cuando empezó la crisis, o cuando la decretaron más bien, pillo con el culo al aire a muchos, muchísimos que no estaban sobre aviso del tema.
Sobre todo mediano y pequeño comercio independiente que se encontró con unas amplias existencia que no encontraban comprador, por el retraimiento del consumidor acojonado — se pasaron con tanta alarma y claro, al gente se asusto y no compraba —.
Ese sector se ha visto obligado a renunciar no ya a su beneficio sino a perder lo mínimo que les sea posible y en muchos casos chapar el tenderete, ya que al no ganar no pueden renovar existencias por sus medios y los bancos NO dan crédito.
Ahora, pasado el primer susto, los pequeños y medianos más débiles han desaparecido y los demás aguantan como pueden.
Como han hecho siempre por otro lado, claro está.
Pero las ofertas y descuentos se multiplican en las grandes cadenas y superficies comerciales, las cuales se han aprovechado de la desaparición de los pequeños más débiles.
Ellos no han sufrido el final de fiesta y ahora, con el pretexto de la crisis recortan gastos y aumentan ventas a base de monopolizar el mercado y hacer campañas agresivas, pretendidamente solidarias con las dificultades del público.
To mentira, oiga.
Porque señores, sus ofertas son falsas como la que antes he comentado.
No rebajan su beneficio, simplemente ponen precios imaginarios sobre los cuales aplican descuentos falsos para que paguemos el precio que en realidad quieren cobrarnos.
Y encima nosotros contentos porque nos han hecho rebajas.
La ley debería decir que una rebaja es una reducción en el margen de beneficios del comerciante, pero no lo dice, así que no sean ustedes simples y no se crean nada de nada de lo que les digan estos canallas.
Comparen precios y compren lo que necesiten, cuando lo necesiten y al mejor precio que encuentren, pero no piquen en las ofertas que no son tales.
O sí, si quieren que se les quede cara de tontos al darse cuenta que el mismo producto les costo lo mismo hace un mes sin descuento, que ahora con él.
Advertidos quedan ustedes y dejen de mirarme el dedo, hombre ya.
Jorge Díaz.
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