A nadie descubro nada si digo que entre los mayores estafadores legales que con el neocapitalismo memocrático soportamos las personas están las operadoras timofónicas.
Al lado de los bancos que aplican todo tipo de costes de poca o ninguna legalidad pero que los poderes públicos dejan su persecución en manos de las víctimas, no tomando nunca acciones de oficio contra estas prácticas, que suponen una gran parte de sus beneficios.
Que, por cierto, este año de terrible crisis en el que han estrangulado a miles de pequeñas empresas y familias para combatir la morosidad, que han recibido decenas de miles de millones para facilitar el crédito, que no han concedido, han ganado más de doce mil millones de euros entre los cinco mayores bancos y cajas.
Pobrecitos, un veinte por ciento menos que en el dos mil ocho, criaturitas.
Pues en esa misma línea de incluir la estafa como medio normal de obtención beneficios, con la complicidad de los gobernantes, están las timofónicas.
El lunes nueve, en cumplimiento de una ley que obliga a identificar los usuarios de los teléfonos de prepago, han cortado la línea a entre tres y cuatro millones de teléfonos.
En un país en el que hay alrededor de cincuenta millones de móviles, más que personas, casi un diez por ciento de números anulados no es ninguna tontería.
Quizás por ello han prorrogado en seis meses el plazo de legalización, durante los cuales, los usuarios de estos teléfonos al descolgar oirán una grabación que les advierte que si no se identifican solo podrán usar el teléfono para emergencia en las que se llame al uno uno dos.
Pero… vamos a ver. Dos cosas; ¿de que va esta ley y porque hay tantos teléfonos anónimos?
Bueno, lo que dice el legislador es que los teléfonos móviles anónimos son usados por los delincuentes para sus delitos y que, además, los terroristas del once de marzo… no, por una vez no me refiero al terrorismo que desplegó el gobierno de Ansar. Me refiero a los que matan a mano y artesanalmente y no por delegación. Esos terroristas usaron móviles para detonar las bombas.
Según las operadoras, los teléfonos legalizados hasta ahora son más del setenta por ciento de los existentes, lo que significa que había unos diez millones de teléfonos anónimos.
¿Tantos delincuentes y asesinos hay en este país…? bueno… si contamos a mafiosos del ladrillo, prevaricadores urbanísticos consistoriales y demás políticos… No, creo que aún así son muchos teléfonos.
No, no va por ahí el asunto.
Además que el obligar a identificarse para adquirir un teléfono móvil es una solemne tontería.
Es como lo de pedir tus datos para acceder a las redes de acceso público como las bibliotecas, ¿alguien es tan ingenuo como para inscribirse con datos reales?
Yo, sin ir más lejos, tenía desde que abandone timofónica — timado, claro — hace unos seis o siete años, un teléfono anónimo, por dos razones; una que estaba hasta los cojones de la publicidad no deseada y los interminables acosos timofónicos de televenta que sufría. Con un número anónimo sin dirección ni nombre solo tenía que aguantar los esemeses, ya que las llamadas al no figurar en listados comerciales, no eran de ínteres demográficos.
Por otro lado, con contrato estaba hasta las narices de un mal servicio y de las constantes coacciones para que pagara pese a las quejas.
A más de la estafa de “si aguanta un mes más le regalamos un móvil nuevo… el mes que viene”, para que luego se hubiera acabado esa promoción. Ya.
El otro motivo es económico, solo pago por lo que uso y si el servicio no me interesa me cambio y listo… bueno… cambiarse es difícil, pero al no haber contrato o datos personales es muy difícil que las compañías puedan acosarte.
Ya saben, eso de “ante su actitud le pondremos en una lista de morosos/incumplimiento de contrato/ etc”.
A ellos nunca les ponen en listas de mal servicio y las denuncia en consumo les importa un carajo.
El caso es que por esos mismos motivos, mi teléfono sigue siendo anónimo… Sí, es anónimo, pero no me han cortado la línea.
En casi todas las tiendas donde venden teléfonos puedes conseguir una línea sin dar datos, no creo que tardemos mucho en oír noticias del tipo “descubierta una trama que vendía móviles con datos falsificados, descubierto a raíz de comprobar que existían doce mil terminales con los mismos datos”.
Pero no hace falta ir a un comercio de dudosa apariencia para conseguir un móvil anónimo, basta con ir a un gran almacén o similar y decir que te has olvidado el denei.
Así lo hice yo.
El autentico ínteres en legalizar móviles prepago está en que las compañías quieren tenernos fichados por los mismos motivos por los que yo pase a la clandestinidad.
Es pueril pensar que porque se asocien unos datos a un móvil prepago, si se usa en algún acto delictivos, como por ejemplo una recalificación de terrenos o prebendas nepóticas, se va a poder localizar al delincuente — en estos casos todo el mundo los conoce, aunque nadie pueda imputar —.
Si uno es un delincuente y no es idiota, sabe como y donde conseguir un móvil anónimo igual que sabe conseguir un arma, explosivos o documentación falsa.
El problemas es que se han encontrado con que la campaña de terrorismo informativo para concienciar a la población y que proporcionaran sus datos les produce unas perdidas enormes que no compensan con el aumento de beneficios por el uso de datos y su tráfico.
Cuatro millones de líneas son muchos millones.
Teniendo en cuenta que las recargas suelen durar entre noventa y ciento ochenta días y que si no usas el teléfono en unos ocho meses — según operador — ellos ya dan de baja la línea, entonces es de suponer que esos cuatro millones hacen recargas y uso más o menos habitual, lo que implica quizás cien o doscientos millones de euros al año, tirando por bajo.
Así que los operadores ya han pedido la primera prorroga y es de prever que a poco tardar veamos una campaña institucional o de pago para convencer a esos cuatro millones para que den sus datos.
La cual tendrá más o menos el mismo éxito que la campaña para interesarnos en el denei electrónico.
Pero, esas personas… dejando a un lado los otros usuarios que han falseado sus datos — me imagino, ya que yo no soy un caso aislado por lo que se —, ¿quienes son y porque no pasan por caja?
Bueno, hay muchos ancianos a los que les han dado un teléfono sus familiares y que en muchos casos no son ellos los que recargan los teléfonos.
Probablemente, aunque se lo expliquen cien veces no entenderán esto de tener que dar sus datos.
Por otro lado están los que se ocupan de sus cosas y no prestan atención a estas chorradas.
Probablemente, en los próximos días habrá muuuuchas reclamaciones y broncas en los concesionarios porque les han cortado el teléfono sin avisar.
En ambos casos, junto con los despistados, habrá unos cuantos identificados en este plazo ampliado.
Otros se limitaran a no enterarse y tirar el teléfono que no funciona o, como yo, tirar de auto defensa y picaresca para evadirnos del ojo del gran hermano.
En todo caso, no me extrañaría nada que en los próximos meses viéramos más de un donde dije digo, ahora digo Diego para evitar tener que perder varios millones de líneas.
Aunque… también es cierto que a las timofónicas les interesa reciclar líneas para otros usuarios de mayor consumo, pero por ahí no hay nada que hacer porque , al igual que la nefasta tedete, el pastel es limitado y no hay más de donde sacar y probablemente prefieran tener una línea activa y anónima por diez euros al mes, que tener la línea disponible y vacía.
Hay mucha gente que simplemente estamos hasta los santos cojones de indefensión, de luchar contra molinos y que no exista manera de librarnos del abuso continuo de estos y otros monopolios, ante la pasividad cómplice de la administración que solo actúa de oficio contra los ciudadanos individuales y humildes.
Solo contra los pobres que carecemos de medios para entablar, no ya acciones legales, sino las más eficientes acciones corruptas.
Así que por cada movimiento de los gobiernos para favorecer a los fuertes y ricos, llámense timofónicas, bancos, eléctricas, esgaes o cualquier otro timador legal, habrá miles de movimientos de picaresca de supervivencia en forma de teléfonos anónimos, piratear música, cine o programas, puentear contadores o comprar genero de supermercado robado.
Para nosotros los pobres, la crisis no significa ganar solo doce mil millones, significa comer todos los días y dormir bajo techo, así que si la picaresca es delito, ya sabe donde estoy señor juez.
Jorge Díaz
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