A veces, uno se queda un pelín descolocado.
Ya he criticado muchas veces los agravios comparativos entre unas y otras muertes.
En este país, simultáneamente, se ha contabilizado en el mismo plazo de tiempo, tres dramáticos grupos de heridos y muertos en tres campos de la actividad humana.
Simplemente con los números en la mano la cosa parece que son fáciles de ordenar, según su gravedad.
Vamos a ver; por un lado, en el primer semestre del año ha habido poco más de mil muertos y cuatro veces más heridos de distinta consideración.
Dramático sí.
Por otro, poco más de trescientos afectados, todos completamente recuperados y sin ningún tipo de secuelas, pero nueve muertos.
Algo menos dramático, ¿no?
Y por último, más de cuatrocientos heridos y trescientos cuarenta mil — sí, 340.000 — afectados de distinta consideración, que como en el primer computo, van desde heridos leves con solo un par de días de “baja”, hasta la invalidez o secuelas permanentes.
Bueno, estos son los datos fríos.
Supongo que a casi nadie le costaría ordenar de más importante a menos importante las correspondientes noticias en función de los datos.
Si uno es un sensacionalista, se atendría solo a las defunciones — “los muertos evolucionan satisfactoriamente dentro de la gravedad”, como dijo una plumilla, pasando a la historia del gazapo —.
La muerte vende y entonces es más importante la noticia de mil muertos, pasando a segunda página los cuatrocientos y a una columnita en la pagina cuarenta lo nueve fallecidos.
Pero claro, en términos absolutos, la primera pagina debería ocuparla una actividad que ha dejado 340.000 heridos, aunque solo cuatrocientos muertos. Una cosa así, debería ser un auténticos escándalo, ¿no les parece?
La segunda pagina sería para los mil muertos y cinco mil heridos y los nueve, bueno, seguiría en la pagina cuarenta, al lado de las esquelas.
Peroooo… la época en la que los hechos importaban más al periodista que las interpretaciones más o menos segadas, pasaron a la historia como el miriñaque. Y de lo que se trata es de dar una importancia política y económica a cada cosa.
Así, los nueve muertos de la gripe, ocupan la primera página, junto a la opinión de la Organización Mundial de la Salud que advierte que se están dejando a un lado los controles habituales en el desarrollo de las vacunas contra este virus, con el consiguiente riesgo de complicaciones.
Opinión que al día siguiente fue matizada y desmentida por parte de las farmacéuticas — supongo que la amenaza de retirar su publicidad peso mucho en la decisión, claro —.
Luego, en la segunda página, la nota oficial de la D.G.T. con el parte semanal de muertos y heridos en las carreteras, en la campaña recaudatoria constante… o más bien, justificando las medidas recaudatorias que no de seguridad de esta entidad… Y porque negarlo, justificando la continua subida abusiva de las cuotas de los seguros obligatorios, porque claro está, las pobre aseguradoras tienen que pagar tantos partes que de alguna forma tienen que justificar sus abultados beneficios, ¿no?
Lo que se queda en una columnita al final de la página cuarenta, al lado de las notas de sociedad como la puesta de largo de la señorita Ferrerons, son los cuatrocientos muertos en accidentes laborales y los más de trescientos cuarenta mil heridos — causando baja laboral de por lo menos una semana, matizan — que según parece, no importan a nadie, porque el coste de las inspecciones laborales y obligar a los empresarios desaprensivos a vigilar la seguridad en el trabajo, son cosas que no interesan a nadie en este país.
Es más, es fácil darse cuenta que la importancia dada a las noticias no depende de la tragedia humanitaria, sino del beneficio económico que producen tales muertes.
La noticia importante justifica nueve muertes porque hay en juego varios cientos de miles de millones de euros en vacunas y tratamientos paliativos que habrá que justificar este invierno.
Así que hablamos de la pandemia de la gripe, una gripe que no va a costar más muertes ni va a producir más enfermos que cualquier otra gripe anual, pero que con esta campaña publicitaria adecuada, ha justificado en una cierta forma de terrorismo informativo un estado de alarma social.
Que beneficia a las mafia farmacéuticas internacionales.
Por otro lado, la recaudación a través de los impuestos a los seguros obligatorios es una buena fuente de ingresos, y cuanto más altas sean las cuotas, más se recauda. Por un lado. Y por otro, la recaudación; más de cuatrocientos millones de euros en el año dos mil ocho, a través del estado policial en las carreteras. Hay que justificarlo con la discutible tragedia de los partes semanales de muertos y heridos.
Tragedia que si fuera seguida en los medios con el mismo ínteres que los accidentes laborales, probablemente no le interesaría un cañamon a nadie.
Pero las importgancias las marcan otras cuestiones, no los hechos latos.
Si el alarmismo periodístico aplicado a ambas noticias se aplicara a las muertes y lesiones en accidentes laborales, no hablaríamos de pandémias y tragedias, sino de una situación de alarma nacional que haría indispensable la declaración de estado de sitio, como si estuviéramos en guerra… por lo menos.
Pero como morir o quedarse tullido en el andamio, la fabrica o cualquier otro puesto de empleo no es más que un precio a pagar, un impuestos necesario, para lograr una sociedad moderna, pues, que le vamos a hacer ¿no?
No comentare esto, quien a estas alturas no se halla dado cuenta del intríngulis del asunto es que es tonto o ciego voluntario, así que… lo dejo.
Pero una vez más recordare lo que dice el diccionario sobre la palabra que, eufemísticamente, ha sustituido a la de semántica más correcta, en todos los medios de comunicación y discursos políticos en los últimos años.
Empleo; 1. acción y efecto de emplear, hacer uso… 3. ocupación, destino u oficio.
Mientras que.
Trabajo; 1. acción y efecto de trabajar. 2. ocupación o labor retribuida. 3. obra, cosa producida por un agente… 5. esfuerzo humano aplicado a la creación de riqueza. En contraposición a capital…
¿A alguien le extraña que en este país ya no existan puestos de trabajo sino empleos y que ya no se proporcione trabajo a las personas sino que se las emplee como si fueras objetos de mucho menos valor para el patrón que el mobiliario o la maquinaria?
Claro, por eso el sufrimiento de trescientos cuarenta mil personas y cuatrocientos muertos es menos importante que la puesta de largo de la señorita Ferrerons.
¡País!, que decía Antonio Fraguas.
Jorge Díaz.
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