Los pueblos tienen lo que merecen. Y a menudo mucho menos de lo que se deberían recibir.
…
Bien. ¿Ya?
Sí, he dejado unos puntos suspensivos para que cada cual los rellene con los comentarios políticamente correctos que crea convenientes, impulsados por sentimientos de solidaridad humana, amor fraterno, empatía con el sufrimiento de los pueblos y demás zarandajas que en el fondo nadie se cree de verdad.
Porque, que quieren que les diga, pero menear la cabeza condoliéndose ante la última salvajada, y las duras imágenes de refugiados agotados o esqueléticos niños negros en brazos del voluntario de la cruz roja mientras los sacan de la patera/cayuco/luquesea de turno. Mientras que media hora antes se ha soltado alguna salvajada sobre los putos emigrantes que nos quitan el trabajo. Pues como que no me cuadra, oiga.
Así que una vez cubierto el expediente para tranquilizar conciencias, vamos a hablar de Verdusconi.
—Le iría mucho mejor llamarse Verdusconi ya que es como la tópica verdulera, mezclada con una pelandusca de la peor serie ‘B’ —
Lo italianos, desde la caída del imperio romano — que no cayo, sino que evoluciono a forma localizadas, pasadas por el tamiz del carácter local de cada provincia y que Roma jamas llego a ser invadida por los bárbaros en realidad —, la verdad es que no han levantado cabeza.
Sí, sí, sí, ya se, el renacimiento, los comerciantes genoveses, etc, etc.
Pero el renacimiento, al margen de las luminarias que nos dejara fue una época convulsa de asesinatos políticos, guerras fratricidas entre ciudades estados — que Italia, hasta el siglo XVIII no consiguieron una cierta unificación política — y todo tipo de miserias para su pueblo.
Y la riqueza de los comerciantes genoveses, pues eso, era de los comerciantes genoveses, por muy Polo que se llamaran.
La cosa es que me pregunto si es que los italianos son lerdos — como unidad de destino en lo universal (Sí, lo digo con mala leche)— o es que no escarmientan.
Un plurimillonario que ha conseguido su fortuna a base de prácticas mafiosas, un caballero que ha logrado ganar las elecciones a costa de llenarle los oídos a los más ineptos a través de una televisión sórdida y chabacana — con acciones en su homónima española — que es la forma de gobernar en democracia, claro está. Un señor presidente al que las causas por corrupción le llueven con la misma facilidad con que los jueces adeptos las desestiman.
Un ¿político? que modifica las leyes a su gusto, tan pronto para evitar ser encausado, auto exculparse con inmunidades o mantenerse en el poder. Como para negarle una muerte digan a una enferma terminal que llevaba sufriendo encarnizamiento medico durante décadas.
Un señor cuyo sentido del humor consiste en insultar, no ya a las personas, sino a la más básica inteligencia.
Un señor, por aplicarle algún sustantivo, un señor así les gobierna.
Y no es tan raro si observamos que desde el final de la segunda guerra mundial, su casta política, la italiana, ha sido puritita corrupción, prevaricación y un contra natura detrás de otro — y aquí vamos por ese camino —. Gobierno nuevo cada semana, disuelto el anterior tras la última pataleta al estilo de: “pues me enfado y me llevo mis cosas”
Claro, con ese panorama, un pueblo manda a la mierda la política e intenta sobrevivir a su bola pasota.
De ahí el éxito de los gobiernos paralelos como la Cosa Nostra, la Camorra Napolitana, la Fiat o El Vaticano.
Y tampoco es tan raro que solo les escandalice que su gobernante se valla de putas caras con monas estarletes de sus medios de comunicación y le importe tres leches que sean menores de edad. Que las pague sus servicios colocándolas en el gobierno. Pero eso sí, solo de ministras floreros.
Llegando a tal el puterío, que le pide el divorcio la abnegada esposa de derechas, que para que una esposa de derechas italiana de las de toda la vida — exestarlete, como también es lógico — pida el divorcio porque el marido es putero, ya tiene que ser cosa exagerada.
O que monte fiestas–orgía en su “casita de campo” llevando a sus invitados — que también, valla grey la de los invitados— en aviones pagados por el estado.
O que haga el ridículo en las reuniones internacionales con su prepotencia estúpida, dejando con la palabra en la boca a la canciller alemana y haga esperar a los líderes de toda Europa porque tenía una llamada importante.
Que vamos, solo he sentido más vergüenza ajena cuando el florero borbónico soltó aquello de “¿porque no te callas?
Y eso que el borbón fue educado toda la vida para la representación y la diplomacia que si llega a ser como el italiano nuestros soldados estaban en Venezuela en vez de en Afganistán. Que también es cierto que ambos sitios pintan los mismo, pero eso es otra cosa.
Y volviendo a lo dicho, se escandalizan, sí, pero le siguen votando masivamente y el se aprovecha de tan amplia mayoría para ir, chino chano, reimplantando el Fascismo de su gran ídolo el jefe
Y los italianos preocupados por si el Milán ficha a Vecam o no.
Sin fijarse en que las leyes que ha aprobado el NeoDuce permiten cosas como que la marina italiana dispare contra los barcos de emigrantes irregulares y los hunda, aunque de momento la marina italiana ha sido sensata y no lo han hecho. O la creación de fuerzas paramilitares de ciudadanos para que patrullen las calles y acaben con la delincuencia. Que lógicamente es consecuencia de los emigrantes albaneses y rumanos, claro… o al menos eso dicen en sus cadenas de televisión.
Pero lo que es indignante es ver como grupos fascistas declarados, con saludo a la romana en las ruedas de prensa — supongo que a muchos amigos del Rajao se les hace la boca agua al verlo y sobre todo a su amigo intimo Ansar — presentan a sus “grupos de voluntarios” ataviados con camisa parda, simbología fascista, gorra de plato nazi y gesto perdonavidas de otra época.
Y nadie, en Italia se entiende, dice nada.
A todos les parece bien.
¿A nadie le pone los pelos como escarpias la posibilidad de volver a ver desfiles de camisas pardas delante del Coliseo?
Pues… parece que no.
Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.
Parece que ELLOS, los de siempre, a los que la cosa no les salió bien la última vez y que han tenido que esperar setenta años para volver a intentarlo, han aprendido algo y esta vez creen que lo harán mejor y se saldrán con la suya.
Y los italianos, que han olvidado SU historia, se callan y siguen mirando las tetas de las ministras, riéndole las gracias, envidiando las orgías del caballerete, hablando de furbo y viniendo a ligar a España, aunque eso sí, solo se casan con italianas lo más parecidas a su mamma que encuentran.
Pos bueno, tienen lo que merecen y la verdad, se merecen mucho más de lo que van a recibir.
Que luego no me vengan lloriqueando por las desgracias que les acontezcan por ser tan gilipollas cuando se tengan que exiliar como en los años treinta.
Se jodan.
Aunque si digo esto de los italianos tengo que decir lo mismo de los gallegos, otro tanto les luce el pelo, que pa que mirar fuera cuando tenemos que barrer la casa.
Pero de la estupidez de desear la vuelta de los mismos caciques que les llevan jodiendo la marrana desde la revuelta de los hermandiños y antes porque cuatro gilipollas hallan formado gobiernos contra natura y así les halla salido, solo demuestra que son tontos de baba y será tema para otro día.
Jorge Díaz.
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