—”Sí repites lo suficiente una mentira, la gente acabara creyendo que es la verdad”.
En el sepulcro de Compostela, famoso, frecuentado y rentable lugar de peregrinaje religioso–turístico, no esta Santiago “El Mayor” sino un oscuro líder herético, arrianico creo recordar, aunque no soy experto en herejías así que corramos un oscuro velo.
Aquel hereje fue famoso y venerado en su época, tanto que las autoridades religiosas visigodas temerosas de su popularidad en una época en la cual su poder no era omnímodo sino inestable, lo decapitaron.
Sus seguidores adeptos le enterraron y con el tiempo construyeron un pequeño templo alrededor de su sepulcro cuando su popularidad lo convirtió en un lugar de peregrinaje para sus adeptos.
Siglos después, la ruta de peregrinaje cruzaba Europa y se había convertido en algo mucho más importante que una simple costumbre de culto desviado del vulgo, por lo que sustituyeron el templo por una catedral y el maestro Mateo esculpió su obra maestra en honor a la vieja carroña herética.
La iglesia, siempre experta en adaptarse, decidió al fin que era más fácil adoptar la costumbre popular, convenientemente modificada, que intentar combatirla.
Por el años mil, la ruta jacobea a Compostela se había convertido en una de las más importantes tradiciones religiosas cristianas, si no la más importante.
Por cierto, la obligada peregrinación a La Meca es posterior a la ruta de la vía láctea, se estableció varios siglos después de la muerte de Mahoma en el 632, cuando Compostela ya era un punto de peregrinaje para los cristianos — más o menos herejes aún —.
Aquel hereje olvidado — yo reconozco que no consigo recordar su nombre, pero cualquiera puede buscar su historia, no es muy popular, pero tampoco es un secreto —, se convirtió por ventura de la maquinaria propagandística de la iglesia en el Apóstol Santiago que llego en una barca a galicia, dicen algunos que en una barca de piedra.
La verdad es que es muy curioso ver flotar una genuina barca de piedra, muy populares en ciertos pueblos de galicia, pero dudo que una de ellas pudiera navegar desde palestina por mar abierto, por muy milagroso que fuera el hecho.
Lo llamativo de esta historia no es la supina ignorancia histórica consustancial a cualquier superstición religiosa, ya que si se conoce la historia es difícil tragarse las fantasías que forman los artículos de fe de cualquier superstición, generalmente muy mal hilvanados.
Sino el echo de que fue la iglesia quien empleo por primera vez la asimilación de una conducta social para neutralizar el perjuicio que a sus interese le produce esta.
Al menos de forma masiva, organizada y sistemática.
A poco que uno se moleste en buscar se dará cuenta que casi todos los mitos religiosos, tradiciones pías y hasta las fechas de culto de la iglesia ocultan otras anteriores de origen idolatra o simplemente tradicional de los pueblos preromanos.
De igual manera, los templos católicos se levantan sobre templos anteriores, generalmente romanos en nuestra tierra — lo mismo pasa con las mezquitas en tierra de moros, véase Santa Sofía en Constantinopla, por ejemplo —, que a su vez fueron erigidos en lugares propicios que anteriormente se utilizaban los ritos célticos o iberos — o cualesquiera otra creencia primitiva —.
Para ocultar tus creencias superpongo encima las mías, con el tiempo tu creerás que estas adorando mis dioses y olvidaras los de tus ancestros.
En el mundo moderno no solo las supersticiones hacen uso de la técnica de superposición y fagocitado. De echo, esta técnica se ha vuelto en extremo habitual, casi constante, tanto que mudamos nuestras opiniones a toda velocidad y sin percatarnos a poco que no prestemos atención.
Cualquier aficionado a la música conoce cientos de ejemplos de fagocitado de las músicas populares, que generalmente son una forma de protesta o rebelión contra el discurrir organizado generalmente aceptado como socialmente normal.
El Jazz nació del Blues que no era nada más que una disfraz que los esclavos negros le pusieron a sus cánticos y ritos tribales originales, para dar salida a su desesperación en forma de cánticos, pero dulcificados y convenientemente maquillados para que sus amos no se dieran cuenta de que era una forma de protesta y rebelión contra ellos.
Pero con los años se ha convertido en una forma de música domesticada, culta, no solo consumida por los blancos, sino por las clases sociales que descienden directamente de los esclavistas.
El jazz es… ¿pijo?
Robado a sus fuentes originales y despojada de todo sus valor subversivo.
El proceso comercializador que para amaestrar esta música duro casi siglos, se ha hecho corto con otros estilos, como el Rock, el Pop, el Punk. O más descarado y rápido con el Rap o el Hip–hop, que de ser formas casi clandestinas de música para grupos marginados de la sociedad yanqui, música del gueto. Han pasado a ser todo un entramado comercial mercantil en manos de aquellos contra los que se rebelaban los negros delincuentes del gueto al “versar”.
Hoy, cualquier niñato de papa, niño pera de barrio pijo, se calza ropa rapera del corte británico y se pone a rapear con sus colegas porque mola.
Un genuino negro rapero de los ochenta o los noventa le partiría el culo a cualquiera de estos gualtrapas que se atreviera a llamarle “hermano”, como ocurría en cierta película reciente.
A mi me da igual asco ver a un Lacoste oír a Topo, Ñu, o incluso Barricada en su flamante ipos de ultimísima generación. Todo feliz.
Esa música no es para esa gente, aunque la discográfica de turno haga caja con la reedición domesticada para celebrar el aniversario de la movida madrileña.
¿Que coño tendrá que ver? Es poner un gugenjein encima de un barrio obrero desahuciado, convertir en lujoso barrio bien la sangre de la desesperación de aquellos que se dejaron la vida en construir la riqueza de los que ahora compran los pisos caros con vista a la ría.
¿Quien se acuerda del Bilbao que dio origen al rock radical vasco?.
No, ya esta domesticado. Sus cedes se venden en las mejores tiendas, ¿verdad?
Pero es el negocio.
El sistema absobe, fagocita la rebelión y la convierte en pagina de estilo de revista dominical.
Es al mejor forma de yugular el descontento, cuando el grito desesperado de rebelión y protesta se convierte en sección fija de un centro comercial, ¿que sentido tiene?
Solo uno; ganar dinero para el capital contra el que nació.
La teoría esta expuesta, aplíquenla a cualquier ámbito y verán que siempre se cumple.
A los viejos revolucionarios siempre nos roban nuestras revoluciones.
Jorge Díaz.
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