Pregunta incómoda:
¿Cuanto beneficio económico, político, para la moral dominante, tiene que proporcionar una muerte para que la actividad que la provoco sea considerada una actividad benéfica o criminal?
Todos los días de oyen reseñas de muertes, muchas muertes. Si nos creemos las pamemas moralinas deberíamos pensar que todas son igualmente lamentables, trágicas.
Pero cuando la información se filtra a través de la estulticia de la moral social, de lo políticamente correcto, según mandan los cánones de los libros de estilo de los medios de comunicación, uno llega a la conclusión de que no todas las muertes son igualmente trágicas.
Veamos, ¿que pensarían de una actividad, enormemente arriesgada, reconocida como lesiva para la salud del que la practica y que periódicamente provoca graves consecuencias o la muerte de sus participantes?
¿Que es una locura que debería ser regulada, cuando no prohibida?
Ya.
Pues cuando la actividad consiste en correr por las calles delante de toros, reviviendo ritos arcaicos y primitivos de las sociedades de la edad del bronce — aquí reside el ínteres de estos espectáculos, en los primitivo del pensamiento de sus participes —, entonces esas heridas, esas muertes se consideran una lamentable consecuencia de algo con gran arraigo tradicional en al sociedad.
Parece que basar el noventa por ciento de la economía de una ciudad en un espectáculo anual como este, vivir todo el año de un par de semanas de actividad turística frenética, es lo que consideran una fiesta de gran arraigo tradicional.
Y hasta lo creemos digno de hacer reseña diaria en todos los medios, como si de un acontecimiento deportivo de primer orden se tratara.
Pero, si en vez de correr delante de toros, lo hacen un grupo de descerebrados en cochecillos preparados, en mitad de la noche, y por calles de la ciudad abarrotadas de espectadores, entonces lo consideramos un hecho delictivo y lo perseguimos con toda la fuerza de los cuerpos de seguridad del estado (?) por el peligro que para los participantes, los mirones y la ciudadanía en general comportan tales carreras ilegales.
¿Cuanto tiempo ha de pasar para que una salvajada de descerebrados pase de ser una locura ilegal a una fiesta tradicional?
Supongo, y de hecho es así en algunos lugares, que las carreras son toleradas por el beneficio económico que comportan al empresariado local.
Cuando el el grupo de mirones pasen de hacer “botellón” a consumir en los locales cercanos, seguro que los cuerpos de seguridad recibirán menos presiones para actuar contra esta actividad.
O pasara como con el botellón, mientras genere beneficios a los comerciantes, los vecinos deberán aguantarse.
Cuestión de tiempo.
Como los pamploneses que deben tomarse las vacaciones en la primera quincena de julio si son ajenos a la salvajada de los encierros, porque son un gran negocio para una parte de la ciudad. Y que se jodan los que no puedan irse en esos días.
Veamos otro ejemplo:
¿Que opinarían de la muerte violenta de una mujer pobre?
¿Terrible?
Bueno, según se mire. Si la muerte es a manos de un compañero sentimental pues lo llamamos violencia de genero — de genero estúpido, porque hay que ser muy estúpido para adoptar un anglicismo chorra y llamar a la violencia de genero, pero esa es otra estupidez de la que hablar otro día —, y nos bombardean con números de atención a las víctimas, manifestaciones y repulsas.
Pero si la muerte se produce en uno de tantos accidentes laborales por la codicia de los empresarios desalmados, al negar a las trabajadoras unas condiciones dignas y seguras para muchas ocupaciones, entonces, como mucho, ocupa una reseña a pie de página y se menciona que en lo que va de año han muertos equis cientos de trabajadores. Como si les importara un carajo.
Pero claro, la muerte de un trabajador ahorra dinero en condiciones de trabajo dignas a los honrados empresarios, creadores de riqueza… para ello, claro esta.
Mejor no meneayo. ¿Verdad? Son víctimas justificadas en el beneficio económico de unos pocos… como en todo, claro.
Mientras que al violencia en el hogar es una magnifica cortina de humo para que lo importante no nos deje ver los esencial.
Hay tantos ejemplos de maniqueísmo mortuorio que podría escribir, no un articulo de mil palabras, sino miles de páginas.
Pero dejemos la cosa en un ultimo ejemplo, ya conocen ustedes mis métodos, limítense a aplicarlos… si se atreven, claro.
Un profesional cualquiera muere en la práctica de su labor a consecuencia de un riesgo laboral asumido.
¿Que? ¿Es lamentable o trágico?
Pues verán ustedes, depende, si el muerto es un alpinista que se cae en un ochomil, pues es una pena, pero se ha matado a consecuencia de arriesgarse voluntariamente en una actividad peligrosa que él ha elegido.
Ya.
Pero si es un milico al que le vuelan los sesos o simplemente sufre una accidente en una guerra ajena al otro lado del mundo le montamos un funeral de estado con pompa y boato, y asistencia de todos los cargos públicos máximos, incluidos los Bobones.
Eso sí, la identificación correcta de los cuerpos puede pasar a segundo plano en provecho del acto público de cara a la galería.
¿Que pasa, que resbalar en un glacial es menos honroso que estrellarse con un avión de desguace?
Pues a mi me parece que son consecuencias de riesgos laborales comunes en sus respectivas profesiones, — aunque, claro está, que el alpinista resbale es un simple accidente mientras que ahorrarse presupuesto con vuelo basura es un asesinato, pero pensemos en otros ejemplos análogos, ¿vale?—
A lo que voy al final es que o todos tirio o todos troyanos, que una muerte es eso, una muerte, y que cogida de uno en uno, las vidas de las personas pueden ser más o menos valiosas según la suma de sus actos pero no por el disfraz que se calzara o lo rentable a terceros que resulte la actividad en la que muere.
Ya esta bien de catalogar las muertes según lo rentable que sea el acto que las provocan, ¡que coño!
Jorge Díaz.
Cuán cierto es todo lo que dices. Un fuerte abrazo.
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